Juan Carlos de Pablo define el actual escenario económico como de estancamiento y destaca que al menos en tarifas públicas y precios distorsionados, la herencia recibida fue «machaza». Y cuando alguien recibe una herencia de estas características, no tiene buenas noticias. El problema es cómo uno lo dice, pero fundamentalmente qué diagnóstico realiza. La discusión gradualismo o shock, la inversión como un acto instrumental, la relación del gobierno con los empresarios, el diálogo económico-social con los diferentes sectores y las fricciones dentro del gabinete, fueron sólo algunos de los otros temas que el economista conversó con Informe.

 

Juan Carlos de Pablo, Licenciado en Economía de la UCA, Master of Arts en Economía de la Universidad de Harvard, Consultor y Profesor de la Universidad de San Andrés, analiza la realidad económica argentina.

– Teniendo en cuenta el actual escenario económico de alta inflación y recesión, ¿qué medidas implementaría si fuera nombrado Ministro de Economía?

– Está más cerca de estancamiento que de recesión. Siempre al desagregar, uno puede ver aspectos que están mejorando y otros empeorando, así que el escenario está mucho más empantanado que otra cosa. La primera cosa que tiene que saber un ministro es tener una buena idea del gobierno del cual forma parte. Entonces, ¿qué ‘cachito’ de poder tiene un ministro hoy? Es complicado saberlo. En el organigrama que planteó Macri hay seis ministros del área económica que son pares, hay dos coordinadores arriba, un jefe de gabinete y él por encima. Entonces es muy difícil saber, además de que, por supuesto, un ministro no le va a decir al presidente: «Perdonemé, rearmemos todo el organigrama, y después hablamos», excepto que aparezca una flor de crisis en cuyo caso, ahí sí la conversación puede ser diferente.

 

– ¿Estamos cerca de esa gran crisis? La sensación es que el país está paralizado…

– Sólo Dios sabe. La sensación es cierta. Si bien no es el año 2002, tampoco es una situación de ‘boom’ o cosas por el estilo. El caso de las inversiones es muy claro. Para quien dice «alguien está haciendo inversiones», siempre alguien está haciendo algo, pero lo que claramente no existe es un ‘boom’. ¿Por qué? Primero porque no hay activos a precios de liquidación, es decir, no hay cosas ‘regaladas’. Cuando uno ve algo ‘regalado’, lo compra y después ve qué hace. Como esto no existe, uno ‘está mirando’ y la verdad es que no hay tanto apuro para hacer cosas desde el punto de vista de la inversión.

 

– Para el 48% que no votó a este Gobierno, antes de diciembre el país funcionaba mejor…

– Hace unos días me inmortalicé en el programa de TV «Animales Sueltos» porque dije «el que gana se jode». ¿Qué quiero decir con esto? Cuando uno tiene una responsabilidad ejecutiva, no tiene más remedio que operar sobre la realidad. Mientras que cuando uno está en la oposición, se puede dar «unos lujos bárbaros», es decir, yo tengo la solución para la crisis de Medio Oriente: «el diálogo». ¿Se dan cuenta que lo que acabo de decir es una estupidez? O por ejemplo, me preguntan qué hay que hacer con los refugiados, y respondo: «Darles cobijo». ¿Por qué? Y porque estoy lejos. Cuando uno está ahí metido, es otra cosa. Me parece que está claro que, al menos en tarifas públicas y precios distorsionados, la herencia recibida fue ‘machaza’ y lo sigue siendo, aunque el estilo del gobierno es hablar de otra cosa. La discusión gradualismo o shock no tiene sentido, porque cuando vos como demandante estabas pagando 10% del costo general de energía, y yo te paso del 10% al 40%, es decir, te triplico el costo, entonces a vos te parece que es ‘shock’ pero en realidad te estoy avisando que te faltan «varias vueltas de shock». Ahora, cuando por usar el ómnibus no me cobra más 3 pesos sino 6 pesos, Dietrich me dice que el costo es 13 pesos, es decir, me está diciendo que faltan escalones. Mientras que Prat Gay dice que no va a haber ningún aumento más en 2016. ¿Qué me está diciendo? Que la lucha contra la inflación en serio la postergó para el año que viene, y me está diciendo que va a intentar endeudarse en el resto del mundo para financiar gastos corrientes, con lo cual, le van a cobrar ‘una pelota’. ¿Por qué? Porque cuando uno sale a buscar financiamiento a un déficit fiscal de 6 ó 7% del PBI para financiar gastos corrientes, ya casi les estás avisando que no estás seguro que vas a poder pagar eso.

 

– ¿Están en condiciones de seguir realizando ajustes en el 2017, que es un año de elecciones legislativas?

– Dios sabe. Ahora, si yo no fuera economista, hablaría de tal o cual cosa, pero como soy economista, no tengo más remedio que juntar las piezas. Y al unirlas, señalo que tenemos una herencia super pesada, sobre la cual se ha avanzado un poquito pero falta un montón, mientras todo el mundo te está diciendo que es insoportable y no se puede hacer más. Entonces, digo que si no se puede hacer más, hay que ver las consecuencias.

 

– El Peronismo fue acusado históricamente de obstaculizar la gobernabilidad en los periodos en los que no ostentó el poder, ¿cree que actualmente vivimos una situación similar?

– No veo eso, por lo menos no parece que le pongan la proa así de golpe. No soy analista político, pero no parece, porque tampoco les conviene a ellos que tienen sus propios problemas, con lo cual, uno tampoco sabe quién está hablando en el nombre de quién. En todo esto, le doy mucha importancia a cómo encara el gobierno, es decir quien está en el Poder Ejecutivo, la acción.

 

– Si bien Macri señaló que conocía bien a los empresarios en la reunión de la UIA, no pudo ni puede evitar que le aumentaran los precios y no colaboren con su pedido…

– No se trata de controlar a los empresarios. Cuando piden que sindicalistas y empresarios se sienten en la misma mesa, lo único que se está mostrando es la desorientación que tiene alguien dentro del gobierno. Cuando el presidente Macri dijo que iba a crear 60 mercados concentradores para luchar contra los supermercados, me quise desmayar, dije: «Esto es milanesas para todos, los pollos de Mazzorín, y los almacenes de la Fundación Eva Perón». ¿Cómo va a decir eso? Se reúne con 100 empresarios en Olivos y les pide que cuiden los empleos e inviertan. Lo único que faltaba es que les dijera: «Háganlo por la vieja, si no lo hacen por mí». Lo que yo digo es que así no se habla con los empresarios. Es más, con los empresarios no se habla. Uno pone las reglas de juego, y dice: «Arreglátelas pibe». Si uno observa los medios de comunicación, parecería que aquí hay dos empresarios que son Lázaro Báez y Cristóbal López. No, estos dos señores existen y existen aquellos empresarios que por razones «equis, y griega y zeta» lograron modificar a su favor parte de la política económica, y después está el resto de los empresarios que se levantan todos los días a ver cuáles son las reglas de juego, y actúan en consecuencia. ¿Cuál es nuestro ejemplo preferido y más cercano? Manuel. Y aquí les explicamos a los lectores que Manuel es el dueño del Bar Bidou, donde tomamos café ustedes y yo. Manuel se levanta todos los días, ve y se juega la vida.

 

– ¿La suposición que después de acordar con los holdouts iban a llegar las inversiones al país fue una fantasía? ¿Por qué no llegan?

– Es lo que les acabo de decir. En primer lugar, nunca le doy ‘bolilla’ a ninguno de los pronunciamientos que hacen los funcionarios, quienes afirman que la tasa de inflación va a bajar para que ustedes no se suiciden hoy. ¿Qué quieren que les diga? ¿La cosa está «muy jodida y va a empeorar»? Todos los presidentes dicen «bueno, calmémonos», y proyectan expectativas al segundo semestre, ‘tercer semestre’ o ‘cuarto semestre’. No les doy ni cinco de bolilla. Lo que sí es importante que uno observe cuando los escucha hablar si saben -o no- de lo que están hablando. Entendamos que el acto de inversión es un acto instrumental. Uno se compra un helado porque le gusta tomar helado y tiene plata para comprarlo. Ahora, uno no se compra una heladería porque le gustan los helados, eso sería una pavada. Del mismo modo, uno no se compra una línea aérea porque le gusta andar en avión, es decir, es un acto instrumental donde uno, a través de dicho acto, va a enfrentar todas las incertidumbres que deba enfrentar en el nombre de la plata, y después pagar los impuestos y hacer lo que a uno se le canta, es decir, no me tienen que dar consejos. Entonces, al empresario hay que darle reglas de juego y decirle: «Andá a laburar y dejate de joder».

– ¿Piensa que los argentinos somos reacios a ajustes tan groseros como el que estamos viviendo actualmente?

– Puedo nombrar el de 1959 pero ustedes no habían nacido, y también el más reciente del año 2002. ¿Ustedes quieren que les cuente un cuento? Les puedo contar «el del loro», pero tengo que responder como economista. Y les respondo: entendamos lo que hacían nuestras mamás en nuestras casas cuando los recursos eran escasos. Eran administradoras fenomenales. No sé las experiencias de ustedes, pero la mía definitivamente era así. Ahora, cuando llegamos al gobierno resulta que todo el mundo tiene fantasías. Estoy convencido de que hay que explicarle claro a la gente y, además, como dijo un ex ministro de economía, «el pánico disciplina». Quizás no estamos suficientemente asustados. Si yo salgo a caminar por la calle y le pregunto a la gente si le preocupa la inflación, ¿qué va a decir? Seguramente que sí. Pero si en cambio le pregunto: «¿Usted que está dispuesto a hacer para terminar con la inflación?». No estoy seguro que esté dispuesto a hacer muchas cosas. Entonces, ahí existe un problema.

 

– ¿La relación idílica entre el sindicalismo y el gobierno terminó? ¿Es imposible un Pacto de la Moncloa argentino?

– ¿Ustedes pretenden que los sindicalistas vayan a una mesa de diálogo a colaborar? Entonces creen en «los reyes magos». Si la pregunta apunta a la gran movilización del pasado 29 de abril, la respuesta es que algo tienen que hacer. Una de las fantasías de este gobierno era convocar a un diálogo económico-social. Y no lo hicieron. ¿Por qué? Porque «se avivaron». Cuando uno convoca a una «mesa de diálogo», los sectores van a pedir, no a poner. Cuando uno escuchaba esto, sonaba parecido a la ingenuidad de los novios cuando dicen: «Nuestro matrimonio va a ser distinto querida/querido». Y uno con los años que tiene encima piensa: «Dejalos, ya se van a avivar». Bueno, acá sucede lo mismo. Este gobierno, si quiere convocar a los sectores, lo primero que tiene que hacer es un trabajo previo elemental, donde tiene que decir: «Momentito, ¿qué tenemos? Porque nos van a venir a intentar sacar». El Pacto de la Moncloa fue parlamentario, entre los representantes de los partidos políticos, no fue corporativo. Si alguno se toma el trabajo de leer el texto del Pacto de la Moncloa, se va a dar cuenta que es de una ortodoxia suprema, producto de las circunstancias, es decir, en otras circunstancias quizás salía heterodoxo. Pero una de las primeras cosas que establece es limitar el gasto público y la cantidad de dinero, porque era lo que había que hacer en ese momento. Y les digo más, los Pactos de la Moncloa fueron firmados por dirigentes políticos como Manuel Fraga Iribarne, Santiago Carrillo, Felipe González, etc., mérito del benemérito Adolfo Suárez. El texto no lo escribió ninguno de ellos, sino un economista llamado Enrique Fuentes Quintana, que ya era un funcionario público desde la época de Franco. Así que fue una buena conjunción de un pacto político muy bien ideado que incluyó todos los partidos, pero con un contenido que pusieron los técnicos.

–  A la anterior administración se le criticaba no escuchar los reclamos de la gente en materia de inseguridad e inflación, ¿considera que este Gobierno no está viendo la realidad de lo que sucede en la calle en materia económica?

– En primer lugar, hay una pequeña diferencia y es que este gobierno está integrado por «tipos buena leche», el anterior no. Cuando en las conferencias de prensa la gente se pone un poco nerviosa, les digo: «Miren, les voy a dar un poquito de esperanza. Macri nos salvó de Scioli, no por Scioli sino por lo que significaba».  Ahora, respecto al tema de mirar -o no mirar- lo que reclama la gente, cuando uno recibe una herencia de estas características, no tiene buenas noticias. El problema es cómo uno lo dice, pero fundamentalmente qué diagnóstico realiza. Si ustedes concurren al dentista con 32 caries y 400 problemas de diversa índole, y le piden «buenas noticias», probablemente les dé una piña con o sin anestesia. Tengo para mi -pero no lo sé- la intuición de que la población entiende más qué está pasando o qué está sugiriendo el periodismo. ¿Qué quiero decir? Por ejemplo, en el tema tarifario, si ustedes son periodistas y tienen que hablar de las tarifas, ¿qué van a hacer? Van a tomar a una familia que naturalmente vive en un lugar pobre, donde el marido le pega a la mujer, etc., y le llegó justo la tarifa con el mayor aumento porque falló la computadora y no le aplicaron la tarifa social. La lógica es que hagan de esto una editorial porque así trabaja el periodismo. No olvidemos que la televisión es cualitativa. Entonces, creo -de puro olfato- que la gente tiene más idea de lo que se heredó y de lo que va suceder, junto a lo cual, tiene alguna idea de hacia dónde vamos. Entonces, ahí vienen los problemas comunicacionales del gobierno. Ahora, los estilos no se cambian. Macri no se va a ir en helicóptero, puede cambiar el gabinete o hacer millones de cosas pero dentro de su propio estilo.

– ¿Cuándo vendrá el ajuste fiscal? ¿Parte de la inflación se explica por la emisión monetaria?

– La emisión está aumentando, aunque menos que el año pasado, y parte de dicha emisión la está absorbiendo por ahora con letras. Es un «chiste costoso», ya que significa financiarse con el descubierto del fin de semana y cosas por el estilo. No hemos descubierto todavía la fórmula con la cual uno aumenta la cantidad de dinero, hace no sé cuantas maravillas más, y la tasa de inflación baja. Y en materia fiscal, están todas las malas noticias, porque por un lado acaba de salir la recaudación donde el impuesto a las ganancias no aumenta nada la recaudación. En abril aumentó 2,7% en un país donde la tasa de inflación interanual es de 40%. En abril se sostuvo con seguridad social y con IVA, con lo cual hay que entender que el Secretario de Hacienda tiene que ser el tipo más duro del mundo, donde cada vez que lo van a ver, su respuesta tiene que ser «No» antes de que le formulen la pregunta, porque no le sobra «un solo manguito». A propósito de esto, Diputados se va a poner a discutir el tema del impuesto a las ganancias, y no tengo nada personal pero es un cuerpo colegiado, en el cual la responsabilidad se evapora. Entonces, vamos a tener «un campeonato» para ver quién es más generoso. Y quizás Macri la tenga que vetar.

 

– ¿La Ley anti-despidos corre la misma suerte?

– Me da la impresión que quienes están en contra de esta ley están exagerando un poco. ¿Qué quiero decir? Escucho el argumento de que si ahora a los empresarios no les permiten despedir gente, cuando venga la próxima reactivación no van a tomar nuevos empleados. Esto no es así. A Dios gracias, los empresarios no razonan de esta manera. A mi me gusta decir, sin ofender a nadie, que los empresarios fueron creados por Dios para hacer mucho y pensar poco. De lo contrario, estamos dando vueltas y vueltas. ¿Cuándo vuelve el nivel de actividad económica? Hay una expresión bíblica que dice que «cuando la madre ve al bebé, se olvida de los dolores del parto». Acá sucede lo mismo. El día que esta economía se reactive -porque algún día se va a reactivar- los empresarios van a tomar más gente. Ahora, junto a alguna energía que pueda tener este gobierno discutiendo esto, el grueso es hacerlo andar, pero no se trata de un decreto del tipo: «Artículo 1: crézcase». Se trata de la creación de condiciones, donde por ejemplo -esto lo digo como consultor- observo que muchos productores tienen que hacer demasiados trámites para mi gusto. Existe mucha inercia administrativa que hace perder el tiempo.

 

– ¿Esta super estructura ministerial en economía con «ministros pares» puede ser modificada por una concepción más tradicional de un único ministro de economía, a lo largo de esta gestión?

– Es probable. El organigrama lo establece el presidente con la estructura con la que se siente más cómodo. Puede ser que permanezca igual o sea modificado. La imagen que yo tengo de Macri no es la de un tipo que diga: «Sabe qué, no salió». Además, pensemos en 2019. Macri obviamente va a querer ser reelecto, y él no puede plantear su reelección diciendo: «Llegué con unas ideas brillantes pero no me dejaron», porque «lo tiramos por una ventana». Uno le exige resultados. Si va a cambiar el ministro, no lo sabemos. En relación al rumor de peleas internas, en primer lugar, esta no es una cuestión de escuelas. Si un presidente de un banco central o un ministro de economía, que hace tres décadas estuvieron en una universidad del exterior después de haber estudiado en Argentina, hoy se están peleando porque uno es de «tal escuela» y el otro de «no sé dónde», estamos fritos. Reflejo lo que les estoy diciendo yo que pasé por la UCA, por Harvard y que viví medio siglo. Es decir, no es un tema de escuelas, sino de que no existe en el ministerio de economía ni en el banco central un modelo macroeconométrico estimado, por el cual, exista respuesta a esta pregunta: «¿Si aumenta la nafta un 17%, qué le pasa al precio de la verdurita?». No existe y punto. ¿Qué existe? Que alrededor de una mesa, un conjunto de personas que poseen experiencia e idoneidad, y pareceres entrenados, discutan sobre esto. Esos pareceres llevan a discusiones -algunas a matarse- y es mejor que esto suceda, porque las balas «son de verdad», no se trata de balas de fogueo, y si te equivocas, sonaste. Dentro de esto, hay roles. Si Federico Sturzenegger hoy baja la tasa y se equivoca, lo matan a él. Entonces es entendible que él diga: «Vos bajá la tasa de inflación y yo te bajo la tasa». Como es entendible que en una reunión de gabinete todos quieran matar al ministro de economía, porque las razones por las cuales un ministro de salud, de educación -o de lo que sea- pasa al frente son las razones por las que un ministro de economía se quiere matar. Un ministro de educación pasa al frente porque tiene escuelas nuevas, salarios mayores, o cosas por el estilo. Desde este punto de vista, en un par de oportunidades que escuché a Federico Sturzenegger, me ha manifestado que cuando hay reuniones del equipo económico con el Ejecutivo, el que lo apoya es el Presidente, dato no menor. Es una fantasía que uno tenga gastadores por todos lados, gente de buen corazón, y un duro en el banco central diciendo: «No, no, no». Moraleja: la primera cosa que hace un ministro de economía es ver con qué bueyes está arando, cómo es la relación con el Presidente, y la relación de éste con la sociedad. Es decir, la política económica se da en un marco político y esto es inevitable.