El gobierno erró el diagnóstico y asumió sin un plan económico consistente
Diego Giacomini sostiene que el gobierno está perdiendo una oportunidad histórica de honrar el nombre de la alianza que lo llevó al poder, que es «Cambiemos», porque «cambiar» implica modificar las cuestiones de fondo, y en la política macroeconómica que aplica en dos grandes esferas -monetaria y fiscal- prácticamente no ha habido cambios respecto al kirchnerismo. En primer lugar, el gobierno tuvo un problema de diagnóstico, al cual se le agrega que asumió sin un plan macroeconómico integral y consistente. Argentina está experimentando desde hace seis o siete años una estanflación de oferta por «asfixia estatal», donde no crece porque el sector público asfixia al sector privado, lo cual se refleja en un exceso de gasto y en un déficit fiscal que es récord histórico porque es el que tiene mayor presión tributaria de la historia.
Diego Giacomini, Economista Director de la Consultora Economía & Regiones, analiza y reflexiona sobre los principales problemas de la economía argentina.
– ¿Cómo evalúa la gestión y la coordinación de la política económica entre el Ministro Nicolás Dujovne y el Presidente del BCRA, Federico Sturzenegger?
– En primer lugar y ante todo, creo que el gobierno de Cambiemos está perdiendo una oportunidad histórica de honrar el nombre de la alianza que lo llevó al poder, que es «Cambiemos». Porque «cambiar» implica modificar las cuestiones de fondo, y aplicar políticas macroeconómicas totalmente diferentes de las que se venían aplicando en el pasado. Es verdad que la herencia recibida es muy pesada. ¿Por qué? Porque el gobierno kirchnerista -desde mi punto de vista- fue el peor de los últimos 70 años, debido a que arruinó, resquebrajó y deterioró todos los drivers del crecimiento económico. En economía, lo más importante que hay es el crecimiento económico, y éste no es una variación positiva del PBI de 2,9% como tuvimos en 2017, ni una de 2,3% que podríamos tener este año, e inclusive si a estas dos variaciones le agregamos otra positiva de 3% en el 2019, como para cerrar el primer mandato de Mauricio Macri. No, el crecimiento económico es un fenómeno mucho más complejo. ¿Qué es? Primero, es mirar el PBI per cápita, no sólo el PBI, es decir, mirar la generación de riqueza que produce una economía por habitante. Y «crecimiento» quiere decir que ese PBI per cápita mantiene una tendencia creciente en el largo plazo. ¿Qué quiero decir? Diez, veinte años. Sucede que el kirchnerismo deterioró todo lo que hace que haya crecimiento económico, porque deterioró el capital físico, dejando una inversión récord pero baja, «récord» en términos de lo poco que es. Argentina dejó una inversión de 15% del PBI cuando la región tiene una inversión de 23%, siendo del mundo la que menos invierte. Segundo, destrozó el capital humano, porque cuando miramos la performance de los estudiantes argentinos a lo largo de los 12 años de kirchnerismo, cada vez rinden menos, y lo que se ha gastado en educación, se ha gastado mal. No hay avance tecnológico y también se ha arruinado el capital institucional -ya que las instituciones han sido muy resquebrajadas- y el capital social, donde quizás el máximo exponente es que se volvió a tener «grieta», es decir, es una sociedad que volvió a partirse en dos, fenómeno que no acontecía hacía décadas. De modo que, todo esto es nocivo para el crecimiento. Pero cuando uno recibe una herencia como la que recibió este gobierno, se abren dos escenarios diferentes. En el primero, si uno realiza las cosas que tiene que hacer y las hace bien, esa herencia paupérrima recibida se puede convertir en una oportunidad, porque con un buen diagnóstico y un plan económico consistente que ataque los problemas de fondo, dándoles solución, esa herencia «pesadísima» es una oportunidad, porque se puede salir rápidamente creciendo. Y esto es lo que no se hizo. Creo que el gobierno tuvo, primero y ante todo, un problema de diagnóstico, al cual se le agrega que no asumió con un plan macroeconómico integral y consistente. ¿Y por qué subió sin un plan de este tipo? Porque el organigrama de este gobierno atenta contra un buen plan macroeconómico consistente del mediano y largo plazo, debido a que no hay un ministerio de economía que pueda pensar en términos dinámicos la economía, ya que tiene que atacar varios flancos al mismo tiempo. El área económica está subdividido en cinco o seis ministerios. Ahora, si en una mesa de café uno reúne a cinco o seis economistas y es difícil que se pongan de acuerdo, es más difícil todavía que seis ministerios puedan aplicar políticas macroeconómicas consistentes entre sí, que puedan solucionar el problema en el mediano y largo plazo. Prueba de esto es que si yo divido la política macroeconómica en dos grandes esferas, monetaria y fiscal, encuentro que en ambas no ha habido prácticamente cambios con respecto al kirchnerismo. ¿Por qué digo esto? Los resultados lo ponen en evidencia. Cuando miro la inflación, encuentro que en el 2016 tuvimos 41% de inflación, en el 2017 tuvimos 26%, vale decir que en términos agregados, punta a punta, tuvimos 75% de inflación. Cuando comparo esto contra los dos últimos años del kirchnerismo, la inflación fue de 76%. ¿Y por qué? Cuando observo qué ha hecho el Banco Central, a qué ritmo expandió la cantidad de dinero, encuentro que punta a punta, entre el 1° de enero de 2016 y el 31 de diciembre de 2017, en los dos primeros años de gestión, el Banco Central de Federico Sturzenegger expandió la base monetaria a un ritmo de 61%. En comparación, cuando observo los años 2014-2015 y qué hizo «el combo» Fábrega-Vanoli, encuentro que desde el 1° de enero de 2014 al 31 de diciembre de 2015, la base monetaria aumentó 65%. Entonces, si uno expande la cantidad de dinero a un ritmo similar y el nivel de actividad económica se expande a un ritmo también parecido -porque si tomo el 2016 más el 2017, punta a punta, hubo un crecimiento de 0,5% del PBI, que es similar al que existió, punta a punta, en el 2014 más el 2015-, entonces si con similar nivel de actividad uno expande la cantidad de dinero en forma muy parecida, no cabe otra cosa que esperar que la inflación no pueda ser muy diferente. Y los números avalan esto.
– ¿Cuál es el nudo del problema de la economía argentina y su posible salida?
– ¿Cuál es el meollo del problema? Argentina está experimentando desde hace seis o siete años una estanflación de oferta por «asfixia estatal». Esto que parece muy complicado y de un nombre «rimbombante», significa estancamiento de actividad económica con altos niveles de inflación, y «asfixia estatal» porque el sector público asfixia al sector privado, debido a que este último tiene que mantener a un sector público donde el gasto público es 12 puntos porcentuales mayor que el promedio de la región, y la presión tributaria es 8 o 9 puntos mayor que el promedio de la región. Entonces, en el área de los negocios, mantener este Estado es como querer correr una maratón con una mochila de piedras en la espalda. Uno no puede tener una buena performance y mucho menos llegar al final de la carrera. Por lo tanto, este gobierno comete un error de diagnóstico. ¿Cuál es? No crece porque el sector público asfixia al sector privado, lo cual se ve en que hay un exceso de gasto y en un déficit fiscal que es récord. El déficit fiscal de Argentina es récord histórico porque es el que tiene mayor presión tributaria de la historia. Si la economía no crece porque el sector privado no invierte, y éste no invierte porque hay mucho déficit fiscal que se financia con inflación, por un lado, y con deuda, por el otro, para la inversión eso es como «la kryptonita para Superman». Mucha inflación durante mucho tiempo, y mucha deuda que te hace mantener la tasa de interés muy elevada durante mucho tiempo, eso es veneno para la inversión. Nadie duda que para crecer se necesita invertir, porque esta inversión va a generar después puestos de trabajo en términos de empleo y va a generar salarios y, como consecuencia a esa expansión, va a generar demanda agregada. Pero primero hay que solucionar los problemas. ¿Cuáles son? En primer lugar, corregir los problemas que hacen que no haya inversión, para poder crecer. Y este gobierno hace al revés, ya que «pone el carruaje delante de los caballos». Por lo tanto, no se crece porque tenemos un Estado sobredimensionado, con un déficit fiscal y un gasto público récord. Este gobierno comete un error de diagnóstico y dice: «vamos a arreglar los problemas de gasto público y de déficit fiscal con crecimiento». Es decir, está poniendo la consecuencia como medicina de la causa, o «el carruaje delante de los caballos», por eso la economía no arranca. Y a los números me remito. El nivel de actividad, punta a punta, mejoró 0,5%. Si el año pasado se rebotó a 2,9%, este año se estima una expansión a 2,3%, e imaginemos que el año que viene el PBI tenga una variación positiva de 3%, el PBI per cápita -que es el crecimiento- cuando termine el primer mandato de Cambiemos, va a ser apenas superior al que recibieron en 2015, y va a estar como cuatro puntos porcentuales por debajo de 2011. Entonces, aquí se ve que crecimiento en serio no hay. ¿Qué es lo grave? Que terminamos con un PBI per cápita casi igual al de 2015 pero muy probablemente con un 20% de inflación. Y para esto nos endeudamos 20 puntos porcentuales del PBI. En términos deportivos, es como tomar anabólicos para correr los 100 metros llanos en 25 segundos, cuando quienes corren bien los metros llanos, lo hacen en 10 segundos. Vale decir que, el gobierno pone la velocidad del gradualismo y no la cambia. En el primer programa de Alejandro Fantino, Marcos Peña lo dijo muy claro: «Hay un solo camino posible, y el camino es este. Quédense tranquilos que esta vez el plan económico está bien hecho». El tema es que la velocidad del gradualismo, como lo tienen que financiar, si el mundo cada vez está dispuesto a prestarnos menos y a un costo más elevado -como se ve que sucede-, porque la tasa libre de riesgo en el mundo está aumentando, donde el rendimiento del bono de EE.UU. a 10 años aumentó el 25%, a 5 años aumentó el 20%, y el riesgo-país de Argentina aumentó de 370 a 400 bp en este primer trimestre, hecho que ha producido que el costo de financiamiento en toda la curva de los bonos para Argentina aumentara un punto porcentual, con lo cual, lo que antes nos prestaban a 6, ahora nos prestan a 7. Entonces, ante este escenario donde están dispuestos a seguir prestándonos, pero cada vez un poco menos y a un costo mayor, el gradualismo se tiene que acelerar, no tiene que permanecer inmune a esos cambios. El punto es que si sale todo bien respecto al plan económico, que no es consistente, en el mejor de los casos pueden decir: «Que el PBI varíe positivamente en 3 puntos porcentuales todos los años». Y esto es «mandarnos a la B decorosamente», porque suponiendo que salga todo bien -que es muy difícil- y el PBI varía todos los años un 3% positivo, eso es un crecimiento del PBI per cápita de 1,9% debido a que la población crece al 1,1% anual. Todos los países de la región -Chile, Perú, Colombia, que son los mejores- hace 30 años que sus PBI per cápita crecen más que nosotros. En los últimos 30 años el PBI per cápita de Argentina creció en promedio un tercio de lo que creció el PBI per cápita de la región, y creció un cuarto de lo que creció el PBI per cápita de Chile, Perú y Colombia.
– ¿Qué está haciendo mal la Argentina para crecer mucho menos que nuestros países vecinos de la región? ¿Qué tendría que hacer el gobierno para torcer este rumbo?
– El tamaño del Estado. De acuerdo a la riqueza que tiene y a su PBI per cápita, cada país puede mantener una determinada estructura del Estado y una determinada estructura del estado de bienestar. Lo mismo sucede con un trabajador en blanco, el cual cuanto más gana, mayor es la alícuota de impuesto a la ganancia que paga. Argentina tiene los niveles de gasto público y de presión tributaria de los países más evolucionados y del norte de Europa. Es decir, tiene un tamaño del Estado y pretende tener un nivel de estado de bienestar que no puede bancar, que tienen los países de ‘cuatro veces’ el PBI per cápita de Argentina. Nosotros pretendemos tener un Estado (del tamaño), un estado de bienestar (de la envergadura) y una presión tributaria de un país de 40 mil dólares per cápita, como si cada argentino ganara 40 mil dólares por año, y los argentinos ganamos 12 mil dólares per cápita. Esto es como si a un trabajador que gana 20 mil pesos en blanco se le cobrara un impuesto a las ganancias de 7 mil pesos por mes, es decir, como si pagara la alícuota de 35%. ¿Cómo viviría ese trabajador? No podría progresar, crecer, mantenerse ni educarse. Bueno, esto es lo que le sucede a la macroeconomía argentina, este es el mejor reflejo y es lo que hay que cambiar.
– ¿Achicar la estructura del Estado implica despedir gente? ¿Cuál sería el impacto en materia de desempleo?
– No, eso es mentira. Y a los números me remito. Muchos economistas de izquierda y progresistas dicen que los problemas de Argentina empezaron a partir del año ’75, después del Rodrigazo, pero cuando uno observa la evolución del tamaño del Estado y compara la actualidad con 1975, el tamaño del Estado se triplicó, el gasto público aumentó por tres y cobrarles impuestos también aumentó por tres. ¿Qué quiere decir? Sin lugar a dudas tenemos un Estado mucho más presente. En línea con lo que piensan los progresistas y los economistas de izquierda, al tener un Estado que gasta más en salud, educación y cobra muchos más impuestos, deberíamos tener mucho menos pobreza y mejor redistribución del ingreso. Los resultados afirman exactamente lo opuesto, ya que multiplicamos el Estado por tres y la pobreza por seis. Es decir, la pobreza aumentó el doble que el tamaño del Estado presente. Entonces, ¿cuál es el problema? Cuando mencioné el error de diagnóstico del gobierno, de poner «el carruaje delante del caballo», esto lo llevó a no bajar el gasto público y decir que «se baja con crecimiento» y que «hay que hacerle pequeños toquecitos», pero todos los «toquecitos» que hicieron son los recortes en subsidios económicos, es decir, el esfuerzo lo hace el sector privado pagando mayores tarifas. Entonces, cuando uno mira hacia adelante, las metas fiscales en primer lugar están mal construidas, porque están construidas sobre el déficit primario y, por lo tanto, no tienen en cuenta los intereses de la deuda. Es como si a uno le llega el resumen de la tarjeta a fin de mes y abona el pago mínimo sin tener en cuenta ni importarle los intereses. Entonces, el primer error es que están mal diseñadas. El segundo error es que son muy poco ambiciosas. Esto es como decir, «quiero cumplir una meta y correr los 100 metros llanos en 25 segundos», y la realidad es que no te va a costar mucho. El año pasado el gobierno cumplió la meta de 3,9% del PBI de déficit fiscal primario, en 2018 va a cumplir la meta de 3,2% del PBI y en 2019 muy probablemente también vuelva a cumplir la meta de déficit primario. ¿Cómo va a estar construida esa meta y por qué digo que la va a cumplir? Porque hay muy buena fiscalización de la AFIP, que a los privados los persigue cada vez más, es decir, hay un aumento de eficiencia de la recaudación y porque la presión tributaria no ha disminuido nada. Entonces, bajando el gasto en subsidios y manteniendo altos los impuestos, alcanza para cumplir la meta. Ahora, ¿es para festejar? No! Porque la meta está mal diseñada y es poco ambiciosa. Y los resultados se ven porque a las metas no hay que evaluarlas por si se alcanzan -o no-, sino por los resultados macroeconómicos que permiten obtener. Es decir, si alcanzando las metas fiscales, las mismas implican en cuatro años tomar 20 puntos de deuda del PBI, tener que endeudarnos todos los años en 33 o 35 mil millones de dólares para que después de cuatro años el PBI per cápita termine siendo prácticamente el mismo, cuando comparamos 2019 con 2015, que el PBI varíe los dos primeros años de mandato lo mismo que varió con el kirchnerismo, y con una inflación similar, realmente los resultados no son buenos. Esto marca que el programa fiscal no está bien elaborado, que las metas son poco ambiciosas, y que existe una inconsistencia entre la política monetaria y la política fiscal.
– ¿Hacia dónde nos lleva la conjunción deuda alta, más un programa fiscal mal diseñado, más inflación? ¿Existe el riesgo de un estallido económico?
– Este es un tema muy importante. Sostengo que no hay un plan económico consistente porque este es un gobierno que supedita la economía a la política, es decir, prioriza los resultados políticos, ganar elecciones y construir poder político. Hasta ahora han sido una máquina de ganar elecciones y el Peronismo tiene un tiempo muy escaso para construirse como alternativa y tener chance de ganar en estos 15 meses que quedan. Entonces, creo que tienen posibilidades de ser reelectos. Pero, volviendo al concepto de que la economía está supeditada a la política, mire qué interesante esto. Para ganar las elecciones de medio término del año 2017, aumentaron el gasto en jubilaciones con la reparación histórica, que es la cuenta más delicada del gasto público porque es la que más contribuye al déficit fiscal. Aumentaron el gasto en jubilaciones 1,1% del PBI por año pensando en las elecciones de 2017; ganaron estas últimas y ¿qué hicieron después? Hicieron el pacto con los gobernadores para darle 40 mil millones de financiamiento a Vidal en el 2018 y 60 mil millones en el 2019, para que dicho financiamiento sea inyectado quirúrgicamente en los partidos del Gran Buenos Aires donde ganó el kirchnerismo. ¿Cómo lo financiaron? Pisando la actualización de las jubilaciones. Entonces, para ganar las elecciones de 2017 aplicaron una política fiscal en un sentido, aumentando las jubilaciones. Mientras que -a futuro- para poder ganar las elecciones de 2019, la política fiscal en materia de jubilaciones fue en el sentido exactamente contrario. Y no es la primera vez que lo hacen. Todo el mundo se olvidó que según las metas de déficit fiscal primario durante la gestión de Alfonso Prat-Gay, el equilibrio fiscal primario se alcanzaba en 2019. Cuando asume Nicolás Dujovne, a principios de 2017, lo primero que hace fue cambiar las metas fiscales, pateando el equilibrio fiscal primario antes de intereses dos años hacia adelante. Es decir, con Prat-Gay había que alcanzar el equilibrio fiscal en 2019, mientras que con Dujovne en 2019 se tolera un déficit de -2,2% del PBI, y se lo baja a -1,2% en el 2020 y a -0,2% en el 2021. Por lo tanto, en cuatro años -2018/2021- se toleran 5 puntos de déficit fiscal más de lo que se lo toleraba originalmente. Esto significa que cuando Dujovne asume, sin presiones y sin que nadie se lo pida, sino por propia decisión política, lo que hace es flexibilizar la política fiscal, es decir, gastar más y bancar mayor déficit fiscal que, en definitiva, es un deterioro de la calidad de la política fiscal. Si todo sale bien con esta política fiscal de Dujovne, al final de 2019, tendríamos un déficit fiscal financiero -con los intereses incluidos- muy similar o marginalmente inferior al que dejó Axel Kicillof en el año 2015, ya que Axel dejó un déficit fiscal financiero de 5.9% del PBI y este gobierno dejaría uno en torno a 5.5% – 5.8% del PBI pero con 20 puntos más de deuda. ¿Qué sucedió? En primer lugar, deterioraron la política fiscal. La prueba es que el déficit fiscal con intereses en 2017 cerró en 6.3% del PBI, más alto de los 5.9% que había dejado Axel, lo cual significa que en los dos primeros años de gestión aumentaron el déficit fiscal, entonces empeoró la política fiscal por una decisión de Dujovne. Esto obligó después -por propia decisión- a empeorar la política monetaria. Y Jefatura de Gabinete toma por asalto la política monetaria el 28 de diciembre pasado, cuando cambia las metas de inflación, «se lleva puesto al Banco Central», destruye la credibilidad y la reputación del BCRA. Javier Milei y yo lo advertimos el 19 en medios gráficos, radio y televisión, donde explicábamos que Jefatura de Gabinete no entendía cómo funcionaba la política monetaria, y si se pretendía que el cambio de la meta fuera solamente «sincerar» algo, era un grave error. Cambiar la meta era levantar el piso de las expectativas de inflación, elevar la inflación, levantar el piso del dólar. Y a las pruebas me remito. Las expectativas de inflación aumentaron de 16% a 20,5% inmediatamente después del cambio de metas. La inflación es un fenómeno que cruza nuestra economía a todo lo largo y ancho, y es independiente de las tarifas. Hay inflación porque la política monetaria no es buena, porque se gasta mucho en el plano fiscal y el BCRA tiene que emitir para financiar al fisco y comprarle sus dólares. Cuando anualizo la inflación del primer trimestre de este año, la inflación núcleo -o core- es un poco más del 27%, mientras que la inflación núcleo del año pasado era 22%. Cuando uno observa la inflación general de este primer trimestre anualizada, es de 29%, mientras que el año pasado era de 27%. Por lo tanto, no solamente se abortó el proceso desinflacionario, sino que se aceleró la inflación. Es mentira que no se puede bajar el gasto público y que no se puede alcanzar rápidamente el equilibrio fiscal. Se puede hacer, pero sucede que primero hay que tener un buen diagnóstico, que es lo primero que expliqué, después hay que tener decisión política y coraje. Tenemos un déficit fiscal a nivel nación de 6.3% del PBI. Ya hubo una reforma jubilatoria que de «reforma» no tuvo nada, donde simplemente se pisó la actualización de las jubilaciones para dotar de financiamiento a la provincia de Buenos Aires con vistas a las elecciones de 2019. Es importante destacar que el gradualismo es caro, pero además tiene costos, que son dos cosas diferentes. Se observa que es caro porque todos los años nos tenemos que endeudar entre 33 mil y 35 mil millones de dólares, donde el Estado nacional tiene que pagar intereses de deuda por 3 puntos del PBI, pero ¿dónde se ve que es costoso? En que las políticas que antes solucionaban los problemas, con el gradualismo y el paso del tiempo empiezan a ser menos efectivas, y comienzan a solucionar menos los problemas. Entonces, si pretendes continuar solucionando dichos problemas, tenes que echar mano a políticas que son tal vez un poco más difíciles de implementar y más dolorosas. En 2015, cuando se fue Axel Kicillof, recortando todos los subsidios económicos -que eran 4,5% del PBI- se alcanzaba el equilibrio primario. A finales de 2017, que es el último año cerrado, el déficit primario fue 3.9% del PBI y los subsidios económicos eran 2.5%, con lo cual, después de dos años de gradualismo, si se recortaban los subsidios económicos, solamente se podía recortar el déficit fiscal primario un poquito más de la mitad. Aquí se observa cómo las políticas pierden eficiencia.
– ¿No se hizo por un error de diagnóstico o por falta de coraje?
– En primer lugar porque tenían un mal diagnóstico y reitero que subieron sin un plan económico consistente. No visualizaron que el problema fiscal era «la madre de todos los problemas». Entonces, se aplicó una reforma del sistema jubilatorio, a la cual el nombre «reforma» le queda grande, ya que no se trató de una reforma porque solamente se pisó la fórmula de actualización. A lo cual hay que agregar otras cinco cuentas, las que todas sumadas representan alrededor de 11 puntos del PBI y las voy a enumerar: 1) obra pública; 2) transferencias discrecionales a Provincias; 3) subsidios económicos. Estas tres primeras son alrededor de 5 puntos del PBI y no pueden ser llevadas todas a cero porque, por ejemplo, una porción de las transferencias discrecionales a provincias son para las cajas de jubilación provinciales para las cuales el estado nacional aporta dinero, entonces no pueden ser llevadas a «cero». La obra pública, con un sistema de garantías e incentivos del sector público para que el sector privado las lleve a cabo, pueden ser llevadas prácticamente a cero. Los subsidios económicos también, que es lo que está haciendo el gobierno. El único ajuste del gobierno actual está construido sobre los subsidios económicos y, es más, la meta de déficit primario de 2018 de -3,2% del PBI y la de 2019 de -2,2% del PBI, pueden ser alcanzadas solamente tocando la cuenta de los subsidios económicos. En conclusión, tocando las transferencias discrecionales a las provincias, dejando de lado la obra pública y pasándola toda a manos privadas, más los subsidios económicos, representan 5 puntos del PBI, pero el déficit fiscal más los intereses son 6.3% del PBI, es decir, no alcanza. Por lo tanto, aquí se ve cómo lo que antes sobraba a principio de 2016, hoy ya no alcanza. Por eso, sostengo que por culpa del gradualismo, hay que ir a partidas como los planes sociales (cuenta 4) que representan 3.5 puntos del PBI y el empleo público (cuenta 5) que representa 3.2% del PBI. El empleo público pasó de 2 millones a 4 millones, y lo interesante es que en los últimos 4 años del kirchnerismo el empleo público nacional creció a un ritmo de 4% anual, mientras que en las provincias creció a un ritmo de 2% anual, es decir que, en la última gestión de Cristina Fernández de Kirchner el empleo público nacional creció a un ritmo del doble de las provincias, teniendo en cuenta que la mayoría de docentes, médicos, policía -y también los jueces- son provinciales. Con esto quiero decir que los servicios públicos esenciales son prestados por las provincias, con lo cual, sobre el sector público nacional -en el que hasta ahora no bajó nada el empleo público en dos años- hay que empezar a actuar para contribuir a bajar el déficit fiscal y alcanzar el equilibrio. Y después están los planes sociales. No nos engañemos. Cando uno suma todos los cheques que paga el Estado por mes, son 25 millones de cheques y los trabajadores somos menos de la mitad sumando blanco y negro, por lo tanto, hay que actuar también ahí. Respecto al empleo en la esfera estatal, hay que construir un buen plan de retiro voluntario financiado por organismos internacionales, que financian a baja tasa de interés. Si se reduce el déficit fiscal rápidamente, luego se pueden bajar impuestos y pueden llegar inversiones, con lo cual, se va a crecer más rápido. Respecto a los planes sociales, tampoco puede ser que el Estado pague 25 millones de cheques, cuando los que trabajamos somos 10 millones. No puede ser que en la Argentina de hoy se les pague subsidios a los que cortan la Avenida 9 de Julio y la policía detenga al individuo que quiere trabajar, o quiere manejar un Uber. No puede ser que cada vez se le cobre más impuestos al que trabaja y se le pague más subsidios a quien no trabaja. Esto es «cambiemos» de verdad y es empezar a honrar en serio el nombre de la coalición política que los llevó al poder.
¿Cómo bajar el gasto público y alcanzar rápidamente el equilibrio fiscal? Si alcanzamos rápidamente el equilibrio fiscal con esta propuesta que construimos juntos Javier Milei y yo, también se puede acompañar con una propuesta monetaria -que también hicimos con Javier- de cambiar el sistema de metas de inflación por un sistema de metas de agregados, y que la cantidad de dinero crezca lo que tiene que crecer para poder cumplir la meta de 15% de este año, 10% el próximo y 5% en 2020, donde la cantidad de dinero debe ser de 18% este año, 13% en 2019 y 8% en 2020, y no crecer al 28% promedio anual como lo hizo en los dos primeros años de mandato. Allí cambiaría la política fiscal, de ingresos, tributaria y monetaria. Sería «Cambiemos» porque estaría cambiando la política económica heredada del kirchnerismo. El gobierno cambió algunas cosas como la salida del cepo y la regularización del Indec, pero no modificó la política macroeconómica, que es muy similar a la kirchnerista. Argentina no se puede dar el lujo de conformarse con que el PBI varíe 3% todos los años, porque con ese número Chile nos saca cada vez más ventaja; Perú y Colombia nos van a pasar en materia de PBI per cápita, riqueza por habitante y de calidad de vida, a mediados de la década de 2020 -entre 2023 y 2024-; Paraguay y Bolivia se nos van a ir acercando y nos van a terminar de pasar en la década de 2030; y tampoco se puede dar el lujo de bajar la inflación en alrededor de 2,5% o 3% por año, porque eso implicaría que Mauricio Macri se iría en 2023 sin cumplir la meta de inflación, con lo cual tendríamos asegurados 20 años (2003-2023) de inflaciones de dos dígitos, cuando todos los países que nos rodean desde 1995 tienen inflación de un dígito.