Javier Milei considera que la división del Ministerio de Economía ha sido un error conceptual muy grande, porque cada ministro maneja un problema de equilibrio parcial y piensa en términos de un equilibrio parcial, cuando como economista que va a manejar la macro de un país necesita pensar en términos de un equilibrio general. Por otra parte, cree que en materia de tarifas existe un ajuste gradual mal hecho, donde tendría que haber existido un ajuste de shock pero no sobre los precios sino sobre el valor de los contratos. Además, señala que Prat-Gay realizó un diagnóstico erróneo, en el que sólo se concentró en los desequilibrios de corto plazo, cuando en realidad, no sólo hay que mirar los flujos sino también los stocks. En Argentina, «la madre de todos los males es el desequilibrio fiscal», por eso observa que el país es inviable y tiene «destino de pobre».
Javier Gerardo Milei, Licenciado en Economía de la Universidad de Belgrano, posgrado en Teoría Económica en el Instituto del Desarrollo Económico y Social, y posgrado en Economía en la Universidad Torcuato Di Tella, reflexiona sobre la actualidad y la proyección de la economía argentina. Actualmente, se desempeña como Economista Jefe de la Fundación Acordar. *

– ¿Por qué sostiene que la Argentina no puede estar gestionada por ocho economistas?
– Desde mi punto de vista, la división que se ha hecho del Ministerio de Economía, buscando quitarle poder, ha sido un error conceptual muy grande, porque cada uno maneja un problema de equilibrio parcial y piensa en términos de un equilibrio parcial, cuando uno como economista que va a manejar la macro de un país necesita pensar en términos de un equilibrio general, es decir, no sólo de mercados aislados sino además de qué forma se interrelacionan cada uno de estos mercados. Y esto genera un problema enorme, porque de repente uno tiene un ministro tomando decisiones que impactan negativamente sobre las decisiones que toman los otros, con lo cual, se trata de un grave error conceptual. Me refiero a ministros como Mario Quintana, Gustavo Lopetegui, Juan José Aranguren, Francisco Cabrera, Nicolás Dujovne, Luis Caputo, etc., y por otra parte el Banco Central tiene que ser independiente. Hay un dicho que dice «muchas manos en un plato hacen muchos garabatos», que no por ser viejo deja de ser cierto. Entonces, esto también explica muchas de las marchas y contramarchas, donde no son considerados de manera adecuada los efectos de equilibrio general.

– ¿Cómo se compatibiliza el hecho de que, por un lado, el Banco Central apunta a bajar la inflación pero, por otro, suben todos los impuestos como luz, gas, agua o teléfonos?
– Es un buen punto. Me parece que Aranguren es de los peores ministros que tiene el gobierno, y verdaderamente es una persona de un nivel de tosudez escalofriante. La realidad es que si uno tiene un concepto de equilibrio general y concientizado el problema de la inflación, podría haber hecho otra cosa. Vamos a ponerlo en blanco y negro. Desde la salida de la convertibilidad, cuando ‘se freezaron’ las tarifas, el nivel de precios -hasta que llegó este gobierno- se multiplicó por 11 veces, es decir, uno tuvo una inflación del 1000%, pero si uno ‘limpia’ el efecto de los precios de los servicios públicos, se multiplicó por 15. ¿Qué significa esto? Que existía un desfasaje de 15 veces. ¿Qué hizo Aranguren? El primer ajuste lo hizo de un 400%, es decir, multiplicó por cinco, entonces, se trata de algo gradual pero que en realidad está mal hecho, con lo cual, lo tendría que haber hecho ‘de shock’ pero bien hecho. Lo primero que hay que entender es que hay que salir de las ‘burradas keynesianas’ de un solo periodo. La economía tiene muchos períodos, entonces el shock tiene que ser pensado también en términos intertemporales. ¿Qué significa hacer una política ‘de shock’? En este caso era poner ‘en shock’ el valor de los contratos, lo cual significa que uno pueda revisar el periodo de concesión -o sea extenderlo-, bajar los impuestos hacia adelante, aumentar el nivel de apalancamiento a las empresas, dar garantías para que el costo del capital se haga más bajo, modificar el plan de inversiones, cambiar las condiciones de los management fee -que son dividendos encubiertos- o cambiar la política de dividendos, entonces con todo este conjunto de elementos uno le está dando valor al contrato. Consecuentemente, el sendero en el que uno tiene que hacer subir las tarifas podría hacerlo repartido en el tiempo, y aún así ahora el contrato tiene muchísimo más valor. Esto no quiere decir que en los primeros años las empresas fueran a tener flujos de fondos positivos, pero sí pasarían a tener valor. La mayoría de los proyectos en sus inicios tienen un flujo de caja negativo y después pasa a ser positivo. Entonces, bajo este contexto donde ahora las empresas sí tienen valor, lo que uno podría haber hecho es que las empresas que están pudieran salir a endeudarse y si no querían hacerlo, uno podría irse y vender la empresa, porque dado los retornos que puede tener un fondo de infraestructura afuera, que podría estar en el 4%, donde uno le podría dar a este contrato el 10% y además se puede apalancar -supongamos que se apalancara dos veces-, con esto tiene un retorno de 20% en dólares. Sin embargo, no lo hicieron. Creo que arrancaron mal, eligieron un pésimo economista -como todo keynesiano- para arrancar como Alfonso Prat-Gay. Alguien que se define como ‘keynesiano’ es un anti-economista. Básicamente, erró en el diagnóstico, sólo se concentró en los desequilibrios de corto plazo, es decir, déficit fiscal, inflación, cepo, deterioro de la balanza comercial y caída de reservas, problema de los holdouts, etc. Y en realidad, un economista serio tiene que mirar no sólo los flujos sino también los stocks. ¿Por qué son importantes los stocks? Porque uno venía de 15 años de comerse el capital en la economía, entonces si uno no acumula capital, la productividad baja y cuando ésta desciende, los salarios reales también caen. Si te comiste el capital, estás imposibilitado de crecer. Entonces, uno tiene que hacer cosas para que la economía crezca. Por lo tanto, se vio la primera parte del proceso pero no así el tema de que la economía se había comido el capital. Consecuentemente, la economía estaba muy complicada para crecer porque había destrozado el capital. Si uno no tiene claro este diagnóstico donde te comiste el capital y, como consecuencia de esto, la productividad de la economía es menor y los salarios reales van a caer inexorablemente, si uno no entiende esta lógica, va a generar que la inflación se dispare, el PBI se destruya o que los salarios caigan, o todo esto junto a la vez. Y cuanto uno más se encierre en el ‘mundo keynesiano’, más va a profundizar en ese error. Fíjese que si el tema de lo subsidios se hubieran hecho de shock, uno hubiera eliminado entre 4 y 5 puntos del PBI de déficit fiscal. Por lo tanto, se eliminaba el problema del déficit fiscal -no por completo pero sí en forma importante-, dejaba de necesitar emisión monetaria para financiarlo que en el fondo implicaba un crecimiento de la cantidad de dinero en torno al 35%, lo cual generaba un piso inflacionario de entre 30% y 35%. Dicho sea de paso, ya que quieren ser tan progresistas, uno le estaba dando subsidios al AMBA -que es el área más rica de la Argentina- y lo financiaba con un impuesto inflacionario pegándole a las capas más vulnerables del país. Si usted lo hubiera hecho de la forma que le digo, hubiera tenido varios efectos simultáneos; en primer lugar, hubiera redistribuido el ingreso desde los que más tienen a los que menos tienen, generando un shock de consumo que además hubiera ayudado a dar un empujón de la demanda agregada; por otro lado, hubiera dado una señal clara a los inversores del mundo que usted iba a generarles condiciones adecuadas a las empresas para ser rentables, con lo cual, hubiera existido un aluvión de inversiones -que nunca sucedió- pero además hubiera bajado drásticamente la tasa de inflación y generado un contexto donde la economía empezaba a despegar, contrariamente a esta situación donde nunca terminó de arrancar la inversión. A todo esto luego se sumó un error más. Prat-Gay desestimó el problema del sobrante monetario. Concretamente, cuando en la primer conferencia de prensa anuncian la salida del cepo, él ‘se mofa’ cuando Carlos Arbía -quien no sólo es periodista, sino además economista- le menciona el tema del sobrante de dinero, al cual Prat-Gay denomina ‘borrachera monetaria’. Esto está en el corazón del problema de porqué la economía además se estancó mucho más. ¿Por qué? Porque en el fondo, si la salida del cepo hubiera sido exitosa, el tipo de cambio hubiera estado más cerca del oficial que del paralelo. Para lograr esto, tendrían que haber sacado ese sobrante de dinero y abrir con eso. Entonces, es como que yo le dé a Usted un revolver y le diga: «Dispáreme, total las balas las tengo yo». ¿Qué me va a hacer? Nada. Este no es un tema menor, porque al parecerse el tipo de cambio más al paralelo que al oficial, sumado a la quita de retenciones, elevó mucho el precio de los alimentos. Y como la gente no va a dejar de comer, consecuentemente, lo que sucedió es que se encarecieron mucho los alimentos y eso hizo que se retrajera la demanda en otros sectores, con lo cual, se profundizó la recesión. Como si todo esto fuera poco, Sturzenegger sale al mercado, pone una tasa de interés de arbitraje -que era 38%- y se encuentra con un aluvión de gente queriendo comprar Lebacs. Si uno quiere una forma de ver todo el sobrante de dinero que había, en el fondo es cómo creció tremendamente en esa época el stock de Lebacs. De hecho, Sturzenegger evitó una hiperinflación. La cantidad de dinero venía creciendo cerca del 45%, y con la bomba de los futuros la iba a llevar al 80%, pero el problema del sobrante monetario, que eran 4 ó 5 puntos del PBI, sucedió dos veces en la economía argentina: en el ’59 y en el ’75. En ambos casos, la tasa de inflación se sextuplicó, en el primer caso pasó de 20% a 120%, y en el segundo caso de 30% a 180%. Y es muy interesante, porque además en estos dos episodios el PBI, en el momento más abrupto, cae 6 puntos. ¿Qué quiere decir esto? Que si uno traía una inercia de 80% de emisión que se mapeaba con la inflación, es decir, íbamos a un piso de inflación del 80%, más la apertura del cepo porque nos habíamos quedado sin reservas, si uno multiplica por seis, da 480%. Por lo tanto, íbamos a estar en niveles de inflación en torno al 500% con caída del PBI de 6%. Esto lo evitó Sturzenegger, es decir, cuando lo defiendo es porque evitó una catástrofe. ¿Sabe lo que hubiera sido ver el PBI cayendo 6%, la inflación en 500% y los niveles de pobreza en torno al 50% ó 60%? Es ‘un héroe’. Es interesante porque tengo diferencias respecto a cómo piensa la política monetaria Sturzenegger, quien hoy maneja dicha política tocando la tasa de interés. Yo que soy un liberal, y pienso que la tasa de interés es un mecanismo de coordinación intertemporal, que refleja el precio de los bienes de hoy respecto de los de mañana, para mí es ‘una aberración’ tocar la tasa de interés porque los precios ‘son sagrados’. Es decir, «podés meterte con mi vieja, pero jamás se te ocurra tocar los precios!». Ahora, que yo tenga una concepción distinta de cómo es la política monetaria, no quita el enorme trabajo que ha realizado el Banco Central para evitar una hiperinflación y un desastre social.
Cuando uno controla los precios, genera una asignación de recursos inadecuada. Por ejemplo, cuando uno pone la tasa de interés debajo del nivel de equilibrio de mercado, genera una exacerbación del consumo y de la inversión, al tiempo que penaliza el ahorro, con lo cual, la economía comienza a operar fuera de las posibilidades de producción. Cuando los precios se blanquean, en el mejor de los casos, se vuelve a la frontera, pero como en el medio uno estuvo «comiéndose el capital», va a producir menos. Y mucho del capital que uno estuvo hundiendo, lo hizo en los sectores equivocados porque la tasa de interés no era la de equilibrio. ¿Por qué hubiera sido muy importante que Aranguren realizara el ajuste escalonado en el tiempo, aún cuando fuera de shock, pero de shock sobre el contrato y no sobre las tarifas? Porque hubiera evitado el daño en el nivel de actividad. Como uno estuvo formando un capital que no es el de equilibrio, si se modifican los precios relativos de golpe, uno va a destruir capital en un lugar, pero crear capital en el otro le demanda tiempo, y como tiene muchas rigideces en el mercado laboral y el capital humano en Argentina se viene degradando a velocidades espantosas, eso lleva mucho tiempo y entonces genera problemas de empleo. Haber pensado el problema en la tradición austríaca -de Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises o Friedrich Hayek- nos hubiera sacado de este problema, sin embargo, se pensó con el criterio keynesiano, y lo que tuvimos fue que se disparó la inflación en el 2016 desde niveles que rondaban el 25% al 41%, que si no hubiera sido por Sturzenegger hubiera sido mucho peor y, por otro lado, no llegaron inversiones, toda la plata que vino fue para financiar al fisco, y la economía no reacciona y genera problemas en el nivel de actividad.

– ¿Considera que Nicolás Dujovne sigue la misma línea que Alfonso Prat-Gay?
– Considero que «la madre de todos los males» en Argentina es el desequilibrio fiscal, y la realidad es que hay dos problemas con la estrategia de Dujovne, quien presentó los números hacia el 2019. Mientras Prat-Gay planeaba dejar en equilibrio al fisco para fines de 2019 en términos primarios, Dujovne ya plantea 2.2 de déficit primario. Vale decir que, a la luz de lo presentado por Dujovne, «Prat-Gay era un ortodoxo». ¿Por qué? Porque aumenta el déficit fiscal en 1.4% en términos del PBI en promedio de ese periodo. No es cierto que tiene que ver con la reparación histórica, porque los propios números que muestra el presupuesto dicen que están mintiendo, pero al margen de esa situación, el problema es que el gradualismo no funciona. Para esto existe una explicación teórica y la evidencia empírica. Para no venderle antes la teoría, le voy a mostrar que la evidencia empírica está a favor de quienes estamos a favor del shock. Desde el año 1952 en adelante, todos los programas de shock -exceptuando el de 1959- fueron expansivos, y el del ’59 fue contractivo porque hubo ‘apretón monetario’. Como teníamos sobrante monetario, ese problema no lo íbamos a tener, con lo cual, hubiera sido un éxito. Por otro lado, todos los planes gradualistas terminaron mal y en crisis. Y esto tiene una explicación, si por ejemplo observamos los últimos cincuenta años de la historia argentina, las cuatro mega crisis como el Rodrigazo en el ’75, con un déficit fiscal de 14 puntos del PBI; la ‘tablita cambiaria’ en el ’82 con 11 puntos de déficit fiscal en términos del PBI; la hiperinflación del gobierno de Alfonsín en el ’89, con 8 puntos de déficit fiscal en términos del PBI; y la salida de la convertibilidad en 2001-2002 con 7 puntos de déficit fiscal en términos del PBI. ¿Qué significa esto? Que todas las mega crisis argentinas tuvieron como origen un déficit fiscal muy grande. Entonces, si uno le va a decir al empresario que va a ajustar gradualmente, no va a invertir, porque, ¿de qué depende lo que ocurra con el nivel de actividad? Cuando el ahorro excede a la inversión, la actividad cae; cuando la inversión excede al ahorro, los precios tienen presión a la suba. Por lo tanto, si uno emprende un ajuste fiscal gradual, implica que va a estar aumentando el ahorro, pero como uno sabe que todas las crisis tienen origen fiscal, hasta que no se ponga en caja al fisco, no invierte. Para la relación deuda-producto que tiene Argentina, necesita tener un superávit primario de dos puntos, y la realidad es que el déficit primario del año pasado fue de 6 puntos, porque informaron 4.6, pero anotaron como ingresos el blanqueo, que es 1.4, con lo cual, el verdadero déficit fiscal primario fue de 6 puntos. Esto significa que el desequilibrio que tiene la economía argentina en términos fiscales es de 8 puntos.

– ¿Cómo se soluciona este desequilibrio fiscal? ¿Implica más despidos en el sector público?
– Con un ajuste de shock como el que mencioné. Cuando tomo el gasto público, lo divido en cuatro grandes partidas: 40% son subsidios sociales, es decir, no se pueden tocar; 40% son salarios, donde sabemos que sobra por lo menos 1.5 millón de empleados públicos -si no más- pero tampoco se pueden tocar porque uno todavía no tiene condiciones para crear empleo, entonces si uno «los tira a la calle», el problema es que nadie los va a absorber, de modo que no se puede tocar esto porque genera una hecatombe social; restan 10% de subsidios y 10% de obra pública. Con el programa de shock que propuse, se eliminaban los subsidios económicos de cuajo, no generaba un desastre en los precios y no golpeaba sobre la estructura productiva. Por otro lado, lo que uno puede hacer con la obra pública es «hacerla sin un mango», donde no sólo diseñé un mecanismo para realizar el ajuste de las tarifas y el shock sobre los contratos -lo cual consta en un libro que escribí con Diego Giacomini, que se denomina «Política económica contrarreloj»-, en el cual uno de los apéndices está dedicado a cómo se realiza el ajuste tarifario sin que genere problemas en la estructura productiva en la transición, que no destruya el empleo y que las empresas valgan, sino que también diseñé un mecanismo, que es una combinación del caso chileno con el peruano y el suizo, e implica armar regímenes de garantías y opciones de salidas, más el diseño de mecanismos e incentivos, de modo tal que el sector privado es el que hace las inversiones y uno lo que hace es darle garantías, pero siempre los fondos al comienzo los pone el privado. Después gana el crédito de las garantías, las cuales puede vender en el mercado y ahí va haciendo el proyecto. Si hacen un mal proyecto, el que primero pierde la plata es el privado, entonces el incentivo es que tienen que hacer buenos proyectos porque, de lo contrario, pierde su plata. Las garantías tienen muy poca chance de ser ejecutadas, consecuentemente, uno podría hacer un boom de inversiones en infraestructura y el Estado lo único que pone son las garantías que, como los privados tienen el incentivo de invertir correctamente, las chances de que se ejecuten son muy bajas. Por ejemplo, en Chile sucedió en un solo proyecto que fueron ejecutadas. Los peruanos lo perfeccionaron poniéndole los ‘way outs’ y dos mecanismos de desvío, donde el gobierno decide si sigue bancando -o no- el proyecto. Y también son muy importantes los incentivos que diseñaron los suizos. Por ejemplo, si uno toma el caso del túnel de San Gotardo (57 kilómetros), tardaron mucho tiempo en hacerlo, porque si uno se encontraba con un problema, lo que hacía era magnificarlo porque total el Estado ponía la plata, entonces tardaron mucho más tiempo en terminarlo y les costó una fortuna. Pero como además tenían que hacer otro túnel más que era el de Lötschberg (35 kilómetros), lo que hicieron fue licitar una puerta a una empresa y la otra puerta a una empresa distinta, a las que pagaban en función de los kilómetros que hacían. De modo que si una de ellas se encontraba con un problema, tenía el incentivo de resolverlo porque la otra seguía avanzando, iba a hacer más kilómetros y ganar más plata. Es interesante porque en el caso del túnel de Lötschberg tardaron mucho menos tiempo en hacerlo y además costó más barato. En conclusión, lo que hice yo fue combinar los tres instrumentos, lo cual permitiría realizar mucha obra pública «sin que te cueste un mango». Ahora, el problema es que de esta manera, uno le saca el manejo de la caja al Ministerio del Interior, pasa a ser muy transparente y no hay lugar ni para ‘empresaurios’ ni para ‘empresucios’. Para los políticos es muy atractivo tener el manejo de la caja, y la partida que más crece dentro del presupuesto es la del Ministerio del Interior. Mi observación es que la obra pública no genera ningún resultado positivo en Argentina. Si uno la financia con impuestos, va a estar detrayendo capacidad de compra en otro sector que va a sufrir en términos de actividad y empleo. Si uno la financia con deuda externa, sufre la actividad y el empleo en el sector transable. Si se financia con deuda interna, la suba de la tasa de interés -porque uno está metiendo un elefante en un bazar- va a hacer que quienes tienen buenas empresas pero están cortos de caja vayan a la quiebra. Y si se financia con emisión monetaria, genera inflación, se castiga a los sectores más vulnerable y, por ende, a todos los sectores que producen, generan empleo y alimentan las necesidades de los sectores más vulnerables. Por lo tanto, nada es gratis. Desde mi punto de vista, me parece que es necesario sacar al sector público de la economía. Me encanta porque siempre hablan de los nórdicos, entonces tomemos al nórdico por excelencia que es Suecia, un país que tenía una presión fiscal de 60 puntos y la llevó a 40. Si uno mira los índices de libertad económica de Suecia, se va a dar cuenta que han realizado muchas reformas del mercado. Parece que esta gente se quedó en la Suecia de los años ’80 que fue la que quebró. Todos los estados de bienestar nórdicos quebraron. ¿Y cómo salieron? Haciendo reformas pro-mercado, porque además no es que siempre gobierna la izquierda, sino que de vez en cuando gobierna la derecha y realiza reformas pro-mercado. Me parece que tienen una lectura muy light y se les hace «agua a la boca» mirando la presión fiscal y pensando «toda la que vamos a agarrar». Argentina es un caso emblemático de políticos ricos y pueblo empobrecido. Cuando uno va a otros países del mundo que son exitosos, los niveles mayores de riqueza están en los empresarios, mientras que acá los más ricos son los políticos, entonces algo anda mal, no funciona y ‘está podrido’. Por eso hace 70 u 80 años que no paramos de retroceder. Llegamos a ser el quinto país del mundo en términos de PBI per cápita, mientras que hoy somos el 51.

– ¿Cómo impactan las elecciones legislativas de octubre en la recuperación de la economía en el corto y mediano plazo?
– Diría que el caso de Argentina es mucho más grave que una elección más o menos, porque creo que Argentina es un país inviable y que tiene destino de pobre, básicamente porque con esta presión fiscal que posee es imposible ganar dinero. Con mis colegas Diego Giacomini y Nicolás Kerst desarrollamos un indicador que se llama «termómetro de riqueza», que mide precisamente la capacidad de generar riqueza, que es lo que después genera inversión y crecimiento. Cuando uno observa este indicador, muestra que no tenemos chance de crecer. De hecho, lo que vamos a ver este año no es crecimiento sino un rebote, es lo que en términos graciosos denominamos «el rebote del gato muerto» o como el chiste de los microeconomistas, en el que se encuentran dos microeconomistas y uno le dice al otro: «Che, ¿cómo está tu mujer?», y el otro le responde: «¿Comparada con quién?». Es decir, comparado contra esto, todo te va a salir bien. Para mí existe una cuestión que es mucho más estructural por la cual este país no sale y es por la presión fiscal agobiante, que fue diseñada para cuando los sistemas de control e información eran otros. Con este nivel tecnológico, si uno tiene que estar en blanco con estos niveles de presión fiscal, quiebra. ¿A quiénes les va bien con esto? A los políticos, que son quienes se enriquecen. Le puedo dar un ejemplo que demuestra que este país es inviable. ¿Usted iría y le pediría a su jefe que le baje el sueldo? Jamás. Ahora, si le ponemos a este ejemplo un poco más de color y parecido con la vida real, supongamos que Usted tiene a su jefe atado en el sillón y no sólo tiene una magnum cargada sino también impunidad total, con lo cual puede ponerle el arma en la cabeza y bajarle el cargador entero. En esta situación, ¿le pediría que le baje el sueldo, lo deje igual o se lo suba? Obviamente, que se lo suba. Ahora, el que está atado en la silla es el pueblo y el que tiene el arma cargada es el Estado. Si un político decidiera tener una amante nueva, y esto le sucede en el sector privado, tendría que dejar a otra amante o cancelar algún gasto, porque uno se gana sus ingresos en el mercado y si éste no se los valida, tiene que bajar otro gasto. El Estado dispone de una fuente coactiva de ingresos que se llaman ‘impuestos’, no se llaman ‘contribuciones’ ni ‘voluntarios’, entonces, como además tiene el monopolio de la fuerza, si uno no los cumple, te mete preso. Por lo tanto, si quiere una amante nueva y necesita más dinero, te sube los impuestos. O para verlo desde una lógica casi obscena y en un país serio como Estados Unidos, Al Capone era un asesino y traficante pero, al margen de esto, no fue preso por estos delitos sino por evadir impuestos. Es decir, cuando le tocas la plata al Estado, «ahí salta», con lo cual, no les importa la gente. Somos solamente un medio para que ellos se puedan enriquecer. Y en el caso argentino es mucho más claro. Entonces, diría que la chance de que esto se modifique parece bastante complicada, porque te puede tocar un gobierno que no quiera robar, pero la presión fiscal la tenes todo el tiempo. El problema de la presión fiscal es que cuando el gobierno actúa, genera un daño directo y otro indirecto. El directo es que al avanzar el Estado, te quita libertades individuales. Por ejemplo, al querer gravar una actividad, encima la va a dañar porque ésta va a tener menos retornos y expansión, pero además genera efectos colaterales, en el sentido de que con esa plata uno iba a consumir muchas cosas que ahora no las va a consumir, con lo cual, destruye riqueza en otros sectores. Es como estos ‘zapallos’ del ingreso universal, donde le quieren cobrar un impuesto al inventor exitoso quien, dicho sea de paso, es exitoso es porque logró servir de mejor manera a su prójimo, dándole un producto de mayor calidad a mejor precio. Lo quieren ‘castigar’ con un impuesto para dárselo a quienes quedaron supuestamente afuera, lo cual en realidad es una falacia, porque si uno genera beneficios, sean éstos reinversión, ahorro que financia la inversión a otro sector o consumo, genera puestos de trabajo en otro lugar, con lo cual, más allá de la falacia está este acto violento de quitarle por la fuerza a uno para dárselos a los otros, y esto es tremendo. El día que apareció la electricidad y Edison inventó la lamparita, dejó un montón de fabricantes de velas sin empleo, entonces estos tipos serían capaces de ‘reventar’ a impuestos a Edison cosa que no haga ningún desarrollo por el tema de los fabricantes de velas. ¿Cuál es el agravante? Hoy no tendríamos aire acondicionado, ni televisión, microondas, heladeras y tampoco autos eléctricos, es decir, todas las cosas que funcionan con electricidad. Y te vienen con cosas como el «óptimo de Pareto». Pero, ¿qué me venis a decir? El óptimo de Pareto es un espanto como criterio. ¿Qué dice el óptimo de Pareto? Uno tiene una ‘mejora paretiana’ cuando, sin perjudicar a nadie, puede mejorar a alguien. Pero si uno para mejorar a alguien, tiene que empeorar a otro, eso no es un óptimo de Pareto. Obviamente, cuando aparece alguien que crea una mejora tecnológica, y claro no es eficiente en términos de Pareto porque hay otro que desaparece. Entonces, si aparece el tipo que inventa la pastilla que cura todos los males y te da vida eterna con plena juventud y situación vital, van a venir los defensores del «maldito óptimo de Pareto» a matarlo porque van a perder el trabajo los sepultureros, los que hacen los cajones, los que viven de los cementerios, los que trabajan en los hospitales, etc. ¿Y usted qué le diría? «¿Me estás cargando? Andate con el óptimo de Pareto a otro lado! Yo quiero vivir sano, joven y por muchos años». Estos tipos serían capaces de hacer esto. Si usted me pregunta si existen en la Argentina, lo peor es que hay un ejército de estos enfermos de envidia, odio y resentimiento, que castigan al exitoso detrás del ropaje de una superioridad moral. La caridad no se hace a punta de pistola. Es un acto violento. Milton Friedman decía que toda sociedad que pone la libertad por encima de la igualdad, va a conseguir mucho de ambas. Ahora, una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad, no va a conseguir nada de ninguna de las dos, porque cuando uno hace esto, favorece el odio, la envidia, el resentimiento, y esto no es bueno. Ya John Stuart Mill, que era bastante socialista desde mi perspectiva, decía que esa era la ruina de una nación, y lo más loco de todo es que de éstos en Argentina tenemos un ejército. Todo el mundo está fascinado con la redistribución del ingreso, cuando ésta es un acto violento porque estás castigando al exitoso para darle a otro, lo cual es absolutamente arbitrario. «No hay nada más injusto que la justicia social», porque uno puede estar de acuerdo con que todos seamos tratados igual frente a la ley, pero hay gente que está de acuerdo con esto y dice que está a favor de los impuestos progresivos, es decir, castigar más que proporcionalmente al que fue exitoso sirviendo a su prójimo, entonces ya no sos igual ante la ley, con lo cual, si somos todos distintos, lo normal es que los resultados sean distintos y gracias a Dios que es así. Mientras la sociedad no entienda las ideas de la libertad, este país tiene destino de país pobre.
* Javier Milei ha sido Economista Jefe de Máxima AFJP, coordinador del Estudio Broda y Asesor del Gobierno Argentino en el CIADI. Actualmente, se desempeña como Economista Jefe de la Fundación Acordar, es miembro del B20, miembro del Grupo de Política Económica de ICC Internacional (asesor del G20 en el diseño de políticas económicas) y miembro de World Economic Forum. Es especialista en temas de crecimiento con y sin dinero. Ha sido profesor de Microeconomía, Macroeconomía, Teoría Monetaria, Teoría Financiera, Crecimiento Económico y Economía Matemática, tanto en universidades de Argentina como en el exterior. Es autor de más de 50 artículos académicos, cerca de un centenar de artículos periodísticos en los medios más importantes del país y autor de 6 libros destacándose entre ellos «Política Económica Contrarreloj», «Lecturas de Economía en Tiempos de Kirchnerismo» y «El Retorno del Sendero de la Decadencia Argentina».