La economía mundial desacelera su crecimiento mientras Argentina revierte la caída de 2016

No es novedad que la economía mundial persiste en un prolongado periodo de bajo crecimiento. Analistas predicen un crecimiento del PBI mundial de 2,7% este año y 2,9% en 2018, el cual es interesante pero no suficiente para satisfacer las necesidades de las poblaciones. En el correlato local, estimaciones establecen que durante este año la economía argentina crecerá entre el 2,7% y el 3,5% revirtiéndose el año 2016 donde la caída fue alrededor del 2%, con pronósticos positivos de entre el 3% y el 5% que se producirían en 2018 y 2019. Guillermo Pastore analiza además, en exclusiva para Informe, la evolución del reaseguro en Argentina y el mundo.
Escribe Lic. Guillermo J.G. Pastore
CEO Special Division, Reinsurance Broker

ECONOMIA
Mundial
Este año ha comenzado con un panorama mundial distinto al que estábamos acostumbrados. En Estados Unidos, una nueva administración -signada por visiones políticas y económicas antagónicas a la anterior- evidencia que el motor de la economía mundial dedicará esfuerzos al consumo de productos nacionales, también se espera que su política monetaria reaccione ante la nueva estructura fiscal generando que los países dependientes del dólar asuman una presión extra en su endeudamiento y obtención de préstamos. El Brexit, concomitantemente con una ideología nacionalista, aunque con mucha menor influencia, sigue la tendencia de su principal socio. Europa enfrenta un año electoral donde las estimaciones auguran incertidumbre, que presagia menor actividad.
Se estima que Estados Unidos sea el de mayor crecimiento del G7, con un 2% anual, lo que involucraría alrededor del 70% de este grupo.
La región asiática continuará liderando los porcentajes más altos de crecimiento, no obstante no será China el interlocutor más sobresaliente, cediendo su lugar a India e Indonesia.Esto se debe fundamentalmente a la deuda del sector no financiero chino que ha crecido estrepitosamente y presagia alternativas de crisis. Brasil y Rusia crecerán pero a niveles sumamente moderados.
No es novedad que la economía mundial persiste en un prolongado periodo de bajo crecimiento, el cual en 2016 fue sólo 2.2%, la menor tasa desde la crisis de 2009.
La economía global ha desacelerado su crecimiento producto de la reducción del comercio internacional, la menor inversión, aumento inconsistente de la deuda y baja de los commodities.
Analistas predicen un crecimiento del PBI mundial de 2,7% este año y 2,9% en 2018, el cual es interesante pero no suficiente para satisfacer las necesidades de las poblaciones.
Los países exportadores de materias primas crecerán habiendo ya superado el reacomodamiento de los precios relativos donde sus economías sufrieron la reducción de sus productos y las devaluaciones de sus monedas en periodos anteriores.
La escasa inversión ha deteriorado la productividad, la demanda interna y el comercio exterior, generando un desafortunado ciclo de bajo crecimiento, pérdida de empleos de calidad y aumento de la pobreza.
El corolario es que Estados Unidos liderará el crecimiento global, pero parte del mismo se concentrará en su propio territorio como resultado de políticas proteccionistas implementadas por la nueva administración. El Banco Mundial concluye que «toda modificación del ritmo de endurecimiento de la política monetaria de Estados Unidos podría ocasionar oscilaciones en las tasas de interés y fluctuaciones en los flujos de capital, que podrían perjudicar a las economías vulnerables». La Reserva Federal acaba de aumentar en un cuarto de punto la tasa de referencia, siendo este el primer incremento de otros, al menos dos, que se efectuarán durante el corriente año.
Europa crecerá muy modestamente, influenciada por el año electoral, esperando que los países de su periferia se desarrollen algo más. Asia incrementará su PBI a un ritmo menor al necesario por su incremento poblacional, no siendo China el motor como lo fue en el pasado. Latinoamérica, habiendo absorbido la reducción en el precio de sus commodities y las devaluaciones acaecidas, ostentará un incremento pequeño del producto, pero con mejores resultados que periodos inmediatos anteriores.

Argentina
Estimaciones establecen que durante este año la economía argentina crecerá entre el 2,7% y el 3,5% revirtiéndose el 2016 donde la caída fue alrededor del 2%, con pronósticos positivos de entre el 3% y el 5% que se producirían en 2018 y 2019. El impulso estaría apalancado en la mayor inversión, la obra pública, tendencia hacia el sinceramiento de las variables macro y la incipiente recuperación de Brasil.
La inflación se ubicaría entre el 17% y el 25%, modificando una inercia creciente de más de un quinquenio.
Uno de los pilares del plan de la actual administración es la inversión, la cual empieza a ser posible a partir de la acertada desarticulación del cepo cambiario y el acuerdo con los acreedores externos, siendo ambas medidas percibidas internacionalmente como muy positivas.
Si bien la actualización de las tarifas era condición sine qua non para que energía y transportes funcionen y establezcan un requisito indispensable para el crecimiento, su implementación fue innecesariamente tortuosa, dado que el aumento no fue adecuadamente segmentado y la forma de comunicación fue explicitada pobremente.
La lucha contra la inflación está resultando eficaz pero con tiempos más laxos de lo esperado. Un tránsito lento hacia tasas de crecimiento necesarias y aumento en la conflictividad gremial son factores que confluyen en un año electoral donde la puja redistributiva se torna por momentos salvaje y sólo asume el muy corto plazo como respuesta.
Es impensable que una economía fuertemente deteriorada por años de desinversión y aislamiento, donde el precio de sus exportables no son los que fueron y con un mundo con tendencia al proteccionismo, resuelva décadas de empobrecimiento en un periodo corto.
No es necesario ser economista para entender que si se gasta más de lo que se recauda, la financiación -al menos a corto plazo- es con emisión monetaria espuria que genera inflación, o con endeudamiento. La administración macrista ha optado por la segunda y tratado de reducir el gasto vía compras más transparentes, eliminación gradual de los subsidios y sinceramiento tarifario. Como condimento fundamental, está tratando de posibilitar la inversión que permitiría el anhelado crecimiento para poder financiar en forma más racional un enorme gasto público improductivo, el cual se basa más en necesaria atención social que en eficacia.
Por ejemplo, los niveles educativos vienen deteriorándose en forma alarmante en las últimas décadas, donde más del 90% de un enorme presupuesto es destinado sólo a salarios, quedando menos del 10% para infraestructura, capacitación docente, modernización, etc. Es claro que no mejorará la educación y, por ende, tampoco en forma substancial la pobreza. Dado que del 33% de pobres en nuestro país el 64% no concluyó la escuela primaria, es obvia la relación entre pobreza y educación.
Si bien el rumbo económico es el adecuado, parecería que el timing, la apreciación ligera de ciertos operadores y una oposición ansiosa y agresiva están acortando los plazos lógicos de un proceso sostenible.
El blanqueo de capitales, el reconocimiento de la deuda a los jubilados y la modificación de la escala de ganancias fueron todas medidas exitosas y que contaron con el aval de la mayoría. Si bien en el 2016 se importó menos que en el 2015, cierta apertura de las importaciones es necesaria no sólo para acceder a insumos imprescindible sino también para que algunos empresarios que gozaron de protecciones desmesuradas empiecen a competir y dejen de cobrar precios que condenan a los consumidores a pagar caro lo malo. Muchas de este tipo de empresas, y sobre todo las que abastecen el consumo de la canasta más sensible a la población necesitada, remarcaron precios en forma indiscriminada el primer semestre del año anterior impulsando la inflación y desacelerando el consumo; han sido mayoritariamente cadenas de distribución dado que si se analizan costos de los alimentos básicos o insumos de comestibles de poca elaboración, se observa que el productor recibe un porcentaje mínimo del precio que termina en la góndola; la pregunta es ¿por qué el gobierno permitió esta desmesura?, ¿ideología o ingenuidad?
La eliminación -y en otros casos la reducción- de las retenciones a las exportaciones fue sin dudas una medida esperada y que imprimió dinamismo al campo, no obstante hizo mermar un importante recurso fiscal y redistribuyó hacia sectores que generan empleo más lentamente.
Como grandes asignaturas pendientes contamos con la reducción del enorme gasto público improductivo, la muy necesaria reforma tributaria integral y la definitiva recomposición de los precios relativos, temas fundamentales y que hacen a la estructuración de todo un sistema. No obstante, estimamos que las urgencias demorarán su tratamiento, y sólo cierta política monetaria será utilizada para atemperar reacciones.
Como corolario, esta administración deberá operar en forma muy rauda obteniendo resultados casi inmediatos si pretende llegar a las legislativas con un margen favorable. Si no fuese así, sólo la unión ante el espanto de un triste pasado quizás pudiese ayudar a no desandar un camino correcto y fecundo.

REASEGURO
Mundial
El Reaseguro mundial no difiere en gran medida del panorama económico y político global donde ha mermado la actividad económica y, por ende, se ha reducido la demanda de seguros y por consecuencia la de reaseguros. A su vez, las aseguradoras transnacionales han aumentado sus retenciones generando aún una mayor oferta excedente. A lo expuesto debe adicionarse una sobreabundancia de capital en busca de mejores rendimientos, generando todo esto una tendencia desde hace años hacia la baja de precios, los cuales tienen poco que ver con su determinación técnica.
Los márgenes se han tornado insuficientes y comienzan los magros resultados a impactar los balances de aseguradoras y reaseguradoras de envergadura. En una primera etapa, la reacción observada ha sido más de reducción de gastos que de suba de precios por la voraz competencia; no obstante, se espera que selectivamente comience a estabilizarse el proceso.
Es evidente que cuando la reducción de gastos llegue a su piso, el servicio se deteriore, y los rendimientos financieros -como se presagia- mermen, la solución para no entrar en caída libre es regularizar paulatinamente los precios. A lo anterior se sumaría una eventual suba, aun mayor de la recientemente efectuada, en la tasa de interés por parte de la Reserva Federal, lo cual generaría un combo propicio para iniciar en el mediano plazo una reversión en la tendencia.
Por lo pronto, durante este año estimamos que las precios de los contratos se mantendrán en líneas generales estables, sólo castigando a aquellos que fueron siniestrados severamente. En relación a los facultativos, observaremos descuentos entre el 10% al 25% en riesgos sin siniestros; y en bienes que fueron impactados el análisis será con alzas particulares según el caso.
La real respuesta a estos atribulados tiempos es la innovación. En los contratos, el análisis del reaseguro no estructurado que satisfaga tanto las necesidades de gestión de riesgo de las aseguradoras como su situación de capitales y financiera, será fundamental. La implementación de seguros y reaseguros paramétricos como productos que lideren el cambio y ayuden al crecimiento de las regiones, protecciones más acordes a los cyber ataques, nuevas y ajustadas coberturas al medio ambiente y al cambio climático, reaseguro retrospectivo de importante vigencia ante cambio de carteras o mercados sea por decisión o modificaciones en la regulación, enlatados de simple administración, etc., redundarán en un mercado más emparentado con la dinámica de los cambios que impone el mundo.

Argentina
Los conceptos que regularon el reaseguro en 2011 fueron impulsados por ideología, falta de experiencia y exiguo conocimiento del funcionamiento de una herramienta esencial para salvaguardar la solvencia de un sistema. Los argumentos por los cuales se implementó la normativa de reaseguro vigente fueron fútiles y sin basamento técnico, no sólo nada aportó sino que le restó solvencia, encareció y burocratizó un sistema que funcionó adecuadamente por 2 décadas. De los actuales 26 reaseguradores locales de objeto específico, 19 son principalmente alimentados por sus propios grupos económicos, 3 son extranjeros que operaron desde hace tiempo como «admitidos» y sólo 4 podrían ser considerados independientes locales, aunque solamente aglutinan un porcentaje mínimo de la cesión del país.
Efectuando un análisis pormenorizado de la sumatoria del Patrimonio Neto y la Reserva de Estabilización de todo el mercado local, que involucran 26 instituciones operando, según cifras disponibles a Marzo anterior, arribamos a algo más de U$ 200 millones, el equivalente a un solo reasegurador mundial pequeño. El reasegurador que mayor patrimonio detentaba era de casi U$ 22 millones, el que menos algo más de U$ 2.6 millones y el promedio levemente superior a U$ 8 millones.
Si se analiza el apalancamiento que el mundo utiliza en relación a la emisión de primas versus su capital, en promedio es 1 a 1, es decir por cada peso que se emite se cuenta con 1 de respaldo. En Argentina, por cada 5 pesos que se emiten sólo el mercado cuenta con 1 de capital; es claro que con el nuevo esquema aún más demorado la insolvencia del sistema no está solucionada.
En cuanto a inversiones, las mínimas existentes salieron en gran medida de grupos aseguradores locales que fundaron su propio reasegurador para diligenciar negocios con el exterior. El objetivo de crear un verdadero mercado nunca prosperó.
El reaseguro es un negocio de capital intensivo, diversidad de carteras y territorios en la suscripción, necesidad de experiencia transnacional y profesionales multidisciplinarios radicados internacionalmente. Claramente, el modelo local no satisfizo ninguna de las necesidades expuestas.
Las estadísticas oficiales no muestran la realidad del mercado dado que, por motivos que se desconocen, no se publican los montos de retrocesión, cifra fundamental para conocer el verdadero porcentaje de cesión; por ende, aun hoy día seguimos sumidos en la ignorancia de lo que equivalen los indicadores para entender decisiones y posturas.
Con una contemporizadora intención gradualista, la SSN trata de demorar la crónica de un fracaso anunciado y comienza a sincerar la ineficacia de un sistema permitiendo que los riesgos individuales superiores a US 50 millones se reaseguren libremente sin pasar por el peaje local, entendiendo que debilita la solvencia del sistema alentar algún grado de retención de los bienes de envergadura por entidades de exiguo capital.
La posibilidad de ceder primas brutas de comisiones en forma creciente a reaseguradores admitidos, a partir del mes de Enero en un 10% por año, es dar un aliciente teórico al alicaído mercado doméstico, dado que se analiza la totalidad de la cesión y no por rama. Este esquema permitiría reasegurar completamente, por ejemplo contratos, directamente con el exterior dado que cuando se mensura el volumen total no se evalúa el peso específico de cesiones proporcionales y no proporcionales. Al excluir la prima de los facultativos de tenor y al no involucrar tampoco la decisión de qué tipo de reaseguro es el estratégico, abre las puertas para efectuar, aunque sea en parte, una selección más técnica de qué carteras dejar menos expuestas al crédito local.
La nueva normativa da oxígeno a un mercado de limitada solvencia cuyo patrimonio es mucho menor que las aseguradoras que pretende amparar. Persiste el riesgo crediticio por devaluaciones que no estén ancladas a instrumentos financieros relacionados con el tipo de cambio y permitan cancelar garantías de pago de indispensables retrocesiones.
Seguramente, pese a estas nimias exigencias, algunas reaseguradoras locales desaparecerán, iniciando el tránsito hacia un delicado sistema oligopólico local de recursos limitados. Claramente, la torta doméstica se reducirá en lo máximo que el nuevo sistema permita dado que todas las aseguradoras claman por ser reaseguradas por entidades fuertemente capitalizadas.
La renovada imposibilidad de suscribir negocios fuera de nuestro territorio por no contar con calificaciones adecuadas, incrementará aún más la volatilidad concentrando una aún alta exposición con un volumen insuficiente de primas, generando un evidente desbalance.
Lo aconsejable sería retrotraer la regulación hacia antes de 2011 volviendo a las bases. De esta forma, se obtendría mayor oferta de operadores y productos, baja del precio debido a la no necesidad de un pago injustificado de fronting local, mayor agilidad en cotizaciones y colocaciones, más expeditos cobros y pagos y, probablemente, inversiones reales.
El reaseguro local podría seguir existiendo pero no como una obligación, sino como una alternativa donde las aseguradoras pueden optar libremente por su utilización si es que su solvencia, precios, productos y servicios son los adecuados, redundando todo lo definido en beneficio y defensa del asegurado.
Si existe un fundado deseo de mayor retención nacional aun, las aseguradoras, con mayor encaje de primas y capitalización que los reaseguradores locales existentes, podrían sin inconvenientes co-asegurar en un pool para dar cobertura a riesgos de envergadura, colocando los excedentes de esa retención en forma directa con el exterior.
Consultados varios operadores, cuando efectúan el costo de oportunidad resultante del aumento de capital más el gasto de estructura versus el fee por fronting que se obtiene en el mayor porcentaje del propio negocio, las cifras no cierran.
El organismo de contralor debería analizar en profundidad el significado de la reciente norma emitida que da aún más tiempo para cumplimentar capitales que per se son insuficientes desde la concepción. No hay fundamento económico, técnico o legal para continuar protegiendo un reaseguro local que nunca agregó nada. Si lo que se busca es que el escaso run off existente se maneje adecuadamente, existen un sin número de herramientas para su eficaz administración. En cuanto a las pocas estructuras existentes, desde los recursos humanos son tan pequeñas que se absorberían por los propios grupos que las crearon, y en relación al escaso capital invertido que resulte libre de los compromisos asumidos, debería poder computarse para que las aseguradoras que mayoritariamente construyeron un sistema en forma compulsiva por administraciones que poco entendían lo que significa el reaseguro, pudiesen utilizarlo en el mercado que les es propio y que es el que realmente conocen.