La salida del cepo cambiario; la política del Banco Central; haber negociado una salida muy buena con los Holdouts en Nueva York y, por último, el blanqueo, que ha implicado un ingreso de capitales al país, constituyen para Aldo Abram los éxitos económicos del primer año de gestión de Mauricio Macri. En la otra cara, considera que fue un grave error haber dividido tanto los ministerios, aumentándolos a 22 desde los 15 existentes. Otro aspecto negativo fue haber puesto un precio mínimo al crudo, lo cual también genera un impacto sobre las cuentas públicas porque muchos de los subsidios que tiene que pagar el gobierno en energía tienen que ver precisamente con el precio del combustible. El economista sostiene que no vamos a evitar seguir siendo un país que crece por debajo de su potencialidad porque tenemos un Estado que la economía no puede pagar.

 

 

 

Aldo Abram, Director Ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso, analiza la realidad económica argentina.

 

– ¿Qué balance realiza a un año de gestión económica de Mauricio Macri?

– Si uno analiza el año 2016, ha tenido algunos éxitos como la salida del cepo cambiario, y también fue exitosa la política del Banco Central. Nosotros todavía tenemos esa vieja mentalidad, de tradición y costumbre de los ministros de economía, entonces seguimos pensando que hay uno y ya no hay más. Creo que fue un enorme error el haber dividido tanto los ministerios. Lejos de haber aumentado a 22 ministerios desde los 15 existentes, creo que se debía haber reducido a 8, no porque esté mal haber escindido la parte del Ministerio de Hacienda y Finanzas del resto, porque eso me parece bien, sino porque lamentablemente se ha generado una gran cantidad de ministerios sectoriales. Uno tiene que tener visión de conjunto. La mayoría de las veces cuando los beneficios los recibe un sector, se los sacaron a otro, y hay gente que ha quedado perjudicada. La verdad que eso también complicó mucho el manejo de las cuentas públicas. Distinto es si uno tiene un ministerio de Producción, además del ministerio de Hacienda y Finanzas, en el cual todos los secretarios se sientan alrededor de una mesa y, por ejemplo, si hubiera sucedido lo que ocurrió con el Ministro Aranguren, que puso un precio mínimo del petróleo, si se hubiera planteado esto en una mesa en el ministerio de Producción, del otro lado alguien le hubiera dicho: «No, pará porque mi sector es uno de los mayores usuarios de diesel, lo va a perjudicar, la producción y el empleo van a crecer menos, y realmente va a ser muy negativo». El Secretario de Industria le hubiera dicho: «No, pará porque hay muchas producciones del interior del país y economías regionales que tienen que enviar sus productos a los centros de consumo y a los puertos para exportarla, y si me encareces el flete, van a tener que restringir su producción y la creación de empleo, y por lo tanto es muy negativo». De esta forma, muy probablemente la posición de Aranguren no hubiera prosperado, cosa que sí sucedió, la cual es sumamente negativa. Evidentemente, se habló de proteger 5000 o 10000 empleados petroleros, pero lo que se terminó haciendo es perjudicar a decenas de miles de trabajadores que no consiguieron un empleo en estas industrias del interior del país que no pudieron enviar su producción a los centros de consumo o a los puertos, en el campo y también en las ciudades porque, en definitiva, cuando uno va a cargar un tanque de combustible, le sale más caro y tiene que dejar de consumir otras cosas. Seguramente los restaurantes, los cines y todas las demás cosas que consumimos en las ciudades, deben haber tenido mucha menor demanda y, por lo tanto, deben haber dejado de generar empleo. También las industrias que utilizan derivados del petróleo para producir, por ejemplo los plásticos, que tuvieron que competir contra productores del exterior que pagaban lo que valía el petróleo a nivel internacional. Entonces, considero que esta fue una de las cosas negativas. No solamente el hecho de haber diversificado los ministerios, sino además haber puesto un precio mínimo al crudo. Esto también genera un impacto sobre las cuentas públicas, porque muchos de los subsidios que tiene que pagar el gobierno en energía, tienen que ver precisamente con el precio del combustible. Un disparate lo que se hizo.

Volviendo a los éxitos de este gobierno, el siguiente éxito que podemos adjudicarle a Alfonso Prat Gay -y a Luis Caputo sin lugar a dudas- es haber negociado una salida muy buena con los Holdouts en Nueva York, que abrió la posibilidad de crédito, la cual es muy importante porque la opción que tomó el gobierno es tratar de corregir en forma gradual la pesadísima herencia fiscal que había recibido. Así que, esta puerta se abrió a partir de haber resuelto el problema con los holdouts. Y, por último, otro éxito sin lugar a dudas ha sido el blanqueo, que ha implicado un ingreso de capitales al país, más allá de que se hablan de 90 mil millones de dólares y, hasta ahora, la verdad es que esa cifra no entró a la Argentina, la proporción es menor, y para que entren esos capitales que quedaron afuera, va a haber que convencerlos. Considero que todo lo que limite el acceso de capitales está mal, más cuando uno está urgido por tener financiamiento. Va haber que hacer muchas cosas para que realmente en algún momento llegue la «lluvia de inversiones». Hasta ahora, no es raro que haya sido «garúa de inversiones». Lo que sí tuvimos, y es una suerte, fue todo el tema de capitales financieros, que tienen que ver con el corto plazo. Esto es positivo porque nos dio el financiamiento que necesitamos, tanto para el consumo como para la inversión, pero que fundamentalmente terminó utilizando el sector público, no tanto a nivel nacional como provincial, y mucho menos el sector privado.

 

– ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta Nicolás Dujovne a cargo del Ministerio de Hacienda?

–  Enfrenta un gran desafío. Una de las cosas por las cuales decía que veía muy bien el hecho de que se creara un ministerio de hacienda y finanzas que estuviera separado, es porque si uno evalúa históricamente a la Argentina, todas y cada una de las crisis tuvieron origen fiscal. Siempre se debieron a que los políticos desmanejaron el gasto público. Cuando hubo acceso al crédito, como en los noventa, terminaron endeudándose a más no poder, y terminamos en default. Y cuando no había crédito externo, como sucedió en los ochenta y también en el último gobierno, lo que hicieron fue «saquear» el Banco Central hasta quebrarlo. A fines de los ’80 quebró el BCRA, y la muestra fueron las hiperinflaciones que tuvimos. Ahora no lograron quebrarlo porque la gente -por suerte- votó cambiar de rumbo, y actualmente están tratando de salvarlo y salir de esa quiebra, en todo caso ordenadamente, pero hubiéramos terminado igual si seguíamos en ese rumbo, como están terminando en Venezuela, que posee el mismo modelo. Por lo tanto, diría que el ministerio más importante de la Argentina es el de hacienda. Y le podríamos sumar el de modernización, que ya no tengo mucha idea qué sentido tiene, porque no lo he visto muy activo, por decirlo de alguna forma. Esperemos que estén trabajando en algún programa para resolver el problema del exceso de gasto público, no solamente por un tema de crisis, porque con un buen manejo de las cuentas públicas, simplemente gastando lo que tenemos, podríamos evitar las crisis, pero lo que no vamos a evitar es seguir siendo un país que crece por debajo de su potencialidad y, por lo tanto, termina brindándoles a sus ciudadanos bajos niveles de empleo, de ingresos, y altísimos niveles de pobreza, con respecto a su potencial. Esto pasa porque, nos guste o no, tenemos un Estado que la economía no puede pagar. Una de las cosas que le critiqué a Alfonso Prat Gay es que planteaba que los argentinos teníamos que preguntarnos y discutir qué Estado queríamos. Considero que eso es un gravísimo error, porque si uno le pregunta a un argentino qué Estado quiere, seguramente responde: «el más grande y el que me dé más cosas». Entonces, si uno le pregunta: «¿Lo vas a pagar Vos?», la respuesta sería: «No, lo va a pagar aquél, el que esté más lejos, allá». A la gente hay que preguntarle qué Estado está dispuesta a pagar. Y a partir de saber qué está dispuesta y puede pagar la gente, con eso tener el Estado que podamos tener, gastando lo más eficientemente posible como para que, en definitiva, nos brinde los servicios que necesitamos y cumpla con el rol que debería tener. A partir de ahí, el planteo hacia adelante tiene que ser, sin lugar a dudas, dar señales de que vamos a ir hacia un Estado más eficiente, porque esto hace que podamos prever una baja de la presión tributaria. Durante todo este año, si uno pregunta cuáles fueron los motivos para que la economía no arrancara, la verdad es que todo el mundo va a responder que, primero, porque el consumo no arrancó, entonces uno debería preguntarse cómo va a arrancar el consumo si, en definitiva, un trabajador que paga impuestos, trabaja más de la mitad del mes para el Estado. Es decir, no debería cerrar al primero porque no llega a fin de mes y el producto de su trabajo es para que lo gasten los políticos, no su familia. Otra cosa que tampoco nos debería extrañar es que, siendo la Argentina -según el Banco Mundial- uno de los doce países que más exprimen con impuestos a sus empresas, dentro de 190 países, esto implique que el aparato productivo argentino no se haya recuperado. De hecho, si uno mira cuáles son los dos sectores que crecieron en forma importante durante 2016 e invirtieron, fueron precisamente la minería y el sector agropecuario, que es el más grande, el que le puso el piso a la recesión y el que ahora está empujando para que salgamos y nos reactivemos. Y estos fueron los dos sectores que, precisamente, tuvieron una baja relevante de la presión tributaria durante el año 2016. Hoy, el tema fiscal es algo muy complicado porque creo que todos los males provienen de allí y más vale que lo tengamos claro. La gente tiene que empezar a entenderlo porque aplaude cuando se gasta más, pero después «chilla» cuando les cobran impuestos, como si la plata del gasto público «la dejara Papá Noel a fines de cada año en el arbolito de navidad de la Casa Rosada y hubiera que gastarla». Otra cosa que observamos es que el déficit fiscal está lejos de lo pautado por la gestión de Alfonso Prat Gay en este sentido: todo lo que es el manejo y ordenamiento de las cuentas públicas fue aplazado y me parece bien que Prat Gay lo haya cambiado. Él planteó metas de reducción del déficit primario que no se alcanzaron y si se va a alcanzar la de 2016 es simplemente porque el blanqueo lo va a permitir, pero si quitamos el recurso del blanqueo al déficit primario de 2016, lo que uno va a tener al final de cuenta es que el déficit primario de 2016 fue mayor que el de 2015. Para el año 2017 había planteado una baja de 1.5 puntos en el déficit primario y el presupuesto ya nos dice que va a ser de 0.6 puntos, es decir, ya estamos teniendo un problema. El gasto primario planteado en el presupuesto va a aumentar un montón y lo único que se va a reducir es la parte de los subsidios de los servicios públicos, y esto ni siquiera es un ajuste que va a realizar el sector público, sino que lo va a hacer el sector privado. Si uno observa qué sucedió con el gasto público en 2016, lo único que disminuyó se debió a la baja de los subsidios al sector privado, vale decir, que ni siquiera ese ajuste lo hizo el sector público. Uno podría plantear: «si me sacan los subsidios está todo bien, así cada uno paga lo que corresponde, pero después bajame los impuestos». ¿Cuál ha sido la mecánica hasta ahora? «Yo bajo los subsidios, ustedes arréglense como puedan, y la plata que me ahorro en los subsidios me la gasto en otra cosa». Así las cosas no funcionan. ¿Cuál es el beneficio de la baja de subsidios que hubo para el sector privado? Ninguno. Se trata de una nueva carga. Por lo tanto, nuevamente el ajuste lo hizo el sector privado. Con semejante déficit fiscal que estamos teniendo, se está ‘chupando’ todo el crédito. La conclusión es que no es rara la otra queja respecto a por qué tuvimos tanta recesión, porque la tasa de interés era alta y el crédito para el sector privado era escaso. Todo esto que estoy comentando lamentablemente no va a cambiar para el año que viene. Creo que lo que más va a ayudar a que pueda cambiar algo -y no va a ser de un día para el otro- es sin lugar a dudas el cambio de ministro, porque Nicolás Dujovne sí piensa de esta forma, es decir, que realmente es imposible pedirle a nuestro sector productor de riqueza que cargue semejante monstruo como hemos logrado construir con un sector público con semejante gasto. Es como enviar a un maratonista a correr a las Olimpíadas y cargarle una tremenda mochila llena de piedras, donde va a salir último seguro, y esto es lo que nos viene sucediendo. Si no tiene crédito, ¿cómo va a tener mayor consumo, producción o inversión? Después, otro aspecto del cual todo el mundo se quejaba era lo barato que estaba el dólar. Pero como con todo esto no le ha alcanzado para tener los recursos al Estado, estuvo tomando dólares en el exterior. La conclusión es que los trajeron del exterior para pagar gastos corrientes, hubo que cambiarlos en pesos, abundaron los dólares y el dólar está barato. Es decir, todo lo que generó que nosotros no tuviéramos la reactivación que se esperaba en el segundo semestre y que la recesión fuera más profunda, sin lugar a dudas tiene que ver con que el Estado hizo «ajuste cero», por eso no es de extrañar que si uno analiza el año 2016, todas las quejas vinieron del sector privado, y éste de gradualismo nada, porque para el sector privado fue de shock, ya que tuvo que hacer su parte del ajuste más la parte del ajuste que no hizo el Estado. Me hizo mucha gracia con el cambio de ministro quienes decían «ahora viene el ajuste de shock» o «vamos a pasar del ajuste gradual al de shock». No, en todo caso, vamos a pasar a un ajuste gradual en el sector público sin tener que hacer un ajuste en el sector privado, y vamos a abandonar esto de que el sector privado haga ajuste de shock y el sector público no haga ajuste, que es lo que terminó sucediendo durante el 2016.

Hay algunos factores que ayudan a que vayamos a tener una reactivación en el 2017, donde no cabe la menor duda que el campo va a seguir empujando; esperemos que los precios a los que tengan que salir a vender sus productos en el interior no sean muy malos, porque esto de Trump presidente puede generar alguna apreciación del dólar que corre en contra de los precios de los commodities. Pero sin lugar a dudas, va a ser un generador de riqueza. Otro aspecto que va a dar un impulso inicial es el éxito del blanqueo. Tenemos que pensar que, «entre pitos y flautas», multas y lo que hubo que meter de «efectivo negro» en los bancos para blanquearlo, más alguna repatriación, el blanqueo puede llegar a estar aportando 15 mil millones de dólares de nuevos recursos a la economía, lo cual es muchísimo, y algún dinamismo ya le está dando, de hecho, porque ha incrementado el financiamiento interno. A pesar de que seguimos teniendo un Estado que se ‘chupa’ gran parte del crédito, como éste aumenta, ahora tenemos más crédito para el sector privado, lo cual es bueno, para producir y consumir más, y para alguna mayor inversión. A partir de ahí, uno debería preguntarse: «¿y esto qué implica?», «¿un crecimiento sostenido en el tiempo?». El único factor que la verdad ayuda en ese sentido, a imaginarnos un país así, es el sector agropecuario. Quizás alguna mejora de Brasil permita mejorar las exportaciones industriales, pero sigamos rezando porque la verdad es que es muy endeble la situación de Brasil, aunque se espera que se recupere. Para que esto no pase a ser un rebote más de los que tuvimos en los últimos cuatro o cinco años, lo fundamental que uno debería esperar es que haya más inversión, y ahí es donde la famosa «lluvia de inversiones» ni alcanzó ‘garúa’ hasta ahora. Todo el tiempo hablan de las decenas de miles de millones de dólares que les prometen invertir. Me llama mucho la atención de gente que vivió en el mundo de los negocios. Si todas las inversiones que le prometieron a Cristina Fernández de Kirchner -todos los que iban a visitarla- se hubieran cumplido, hoy seríamos Estados Unidos más o menos, «le pasaríamos el trapo a Trump» y nosotros pondríamos las condiciones. Cuando un empresario va y se encuentra con un presidente o ministro, le promete que va a invertir lo indecible, pero después invierte si le conviene, y si no le conviene,  ‘chau’. Esto es lo que sucedió con el periodo de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y creo que está pasando ahora, a pesar de que uno podría decir que la situación es claramente distinta.

¿A qué atribuye el alto índice de aceptación de Macri en el escenario actual?

– Se trata de un acto de madurez, el cual también se observa cuando uno ve que la imagen positiva del gobierno sigue siendo alta. La confianza del consumidor está por el piso pero la confianza en el gobierno es altísima. En el índice del Di Tella, en los niveles en los que está hoy Macri, luego de haber caído, está cerca de los niveles de confianza que tuvo el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en sus 8 años. Creo que esto nos debería estar diciendo algo, y también debería advertirle al gobierno que no abuse, porque mucho más no puede durar la salida.

Lo importante es que se den las condiciones para que venga la inversión y esto no sea un rebote. Y ahí la condición primaria es que vuelva la inversión privada. Y en ese sentido, los dos aspectos que complican esto creo que están dados, en primer lugar, porque en los últimos años hemos destruido la calidad institucional y la seguridad jurídica; y en los últimos 20 años fuimos el segundo país en el mundo que más cayó en calidad institucional. Es decir, tenemos que reconstruir la calidad institucional y la seguridad jurídica para que alguien pueda querer venir a invertir a la Argentina. En ese sentido, el gobierno confió que con su propia prédica iba a generar toda la confianza necesaria. Creo que esa fue la gran diferencia que hubo entre las expectativas de la «lluvia de inversiones» inmediata de ellos y la mía, ya que personalmente pensaba que no iba a venir de movida e íbamos a tener un primer semestre muy duro. ¿Por qué? Porque pensaba: «yo te puedo creer, ahora, ¿lo vas a poder hacer?». Ojo que cuando alguien invierte y pone una planta para producir algo, no se trata de una planta que al otro día, como ve que no la va a poder hacer, la levanta y se la lleva, sino que queda ahí por años. Y aunque yo le crea al gobierno que lo va a hacer, este es un país que es una democracia republicana, en la cual, por más bien que le vaya a un gobierno, uno tiene que esperar alternancia en el poder, con lo cual, sabemos que en algún momento del mediano plazo, vamos a tener un presidente de la oposición, entonces lo que uno hace es observar la oposición y ahí empieza a temblar.

 

– ¿Y como analiza la oposición?

– Observo proyectos para prohibir los despidos o para prohibir las importaciones, que van en la misma línea de lo que vivimos antes, donde venía un funcionario y pretendía manejarte la empresa. Ahora, ¿a quién se le va a ocurrir poner su dinero en un país para que se lo maneje otro? El funcionario que ponga su propia empresa. Voy a poner la plata en un país donde yo corra todos los riesgos, yo me quede con la ganancia y también sea el responsable de última en el caso de que me vaya mal, porque hice una mala evaluación o gestión, y no porque mi empresa la gestionó un funcionario que no sabía gestionar ni un kiosko y «me la chocó». Esto se tiene que terminar y, por lo visto, en el pensamiento de la oposición no se terminó.

Otra cosa es que tuvo media sanción la reforma de la oposición sobre ganancias que, la verdad, era de terror. Es decir, cuando uno escuchó hablar a Massa en el planteo inicial, el proyecto era ‘muy bonito’ y uno estaba de acuerdo con él, ahora cuando uno observaba el proyecto que finalmente presentaron, técnicamente era un desastre, el cual demostraba que era una recolección de proyectos viejos, que ni siquiera podía denominarse ‘proyecto’. Me llama mucho la atención -y también respecto al oficialismo- que durante un año siempre se estuvo hablando de que había que aprobar una reforma en ganancias, y la envían después de hacer el presupuesto, lo cual es absurdo, ya que tendrían que haber negociado la reforma antes, para saber qué recursos íbamos a resignar y tenerlo en cuenta en el presupuesto. ¿Qué hicieron? Lo negociaron después. En conclusión, en el presupuesto todos «tiraron los gastos» que quieren hacer, y lo último que tuvieron en cuenta es cuánto van a resignar de recursos para la reforma de ganancias, entonces dejaron 27 mil millones de piso, lo cual es nada, y el ministro de hacienda hace un proyecto para 27 mil millones de pesos. Técnicamente, era muy bueno, había algunas cosas que había que mejorar como la movilidad automática, pero era «recontra ultra amarrete» y, en definitiva, lo tuvo que hacer, es decir, tuvo que acomodarse a lo que ya se había decidido antes. ¿Qué hizo la oposición? Para ellos es muy fácil ya que no gestionan. Yo puedo resignar todos los recursos que quiera y mañana decir que deroguemos todos los impuestos si consigo los votos. Total, el problema lo va a tener el que está gestionando, lo cual es una gran irresponsabilidad.

Y el otro aspecto, para compensar, es que ponen impuestos inconstitucionales. Y cuando uno va a discutir a los medios, los mismos legisladores te reconocen que son inconstitucionales, pero que los pusieron porque «les parecía bien». Pero, en definitiva, si uno se olvida de qué eran las retenciones a la minería, que eran impuestos inconstitucionales y demás, para el señor que está mirando esta película y no tiene ni idea del negocio de la minería ni le interesa, pero quería venir acá a producir pirulines, va a pensar que pone su plata para producir pirulines en la Argentina de acuerdo a una legislación que aprobaron los legisladores y que protege sus derechos, pero lo van a proteger hasta tanto y en cuanto los legisladores decidan que a ellos les conviene que esa legislación no tiene que existir más. Entonces, lo que ese señor hace es irse lo más lejos posible de la Argentina. También va a irse lejos si evalúa la presión tributaria, y la señal que le dan, lamentablemente, los presupuestos a nivel nacional, provinciales y municipales, es que la carga va a seguir aumentando. Evidentemente, si yo hubiera sido el ministro de hacienda, hubiera sido mucho más cuidadoso en este tema y, en lugar de aumentar 22,4% el gasto público, contra una inflación que ellos mismos dicen que va a ser de 17%, aumentar un poco menos del 20% y, en lugar de subir la carga fiscal, la hubiera bajado un poquito, y así queda clara cuál es la señal, en el sentido: «yo quiero ir para allá, pero estoy en un año electoral y tengo un déficit monstruoso, entonces dame tiempo». Ahora, si vos me decís que querés ir para allá y vas para el otro lado, no te voy a creer. Y eso es lo que hizo en definitiva el gobierno con este presupuesto. Vale decir que, hay algunas cosas que tienen que cambiar. Veo algún ánimo en el nuevo ministro de hacienda de dar señales en ese sentido, por ejemplo, cuando se pregunta por qué a los empleadores les sale tan caro contratar a alguien y esa persona cobra tan poco, es decir, hay algo que está mal. ¿Por qué tenemos niveles en esta brecha que son de los más altos del mundo? Y tratar de resolver el tema de achicar el Estado también me parece muy positivo. Después está toda la discusión sobre cómo se hace. Claramente, no funciona a mi juicio el pretender cortar áreas. No sirve cortarle ‘pedacitos’ porque va a seguir siendo un Estado inútil. Necesitamos un Estado que nos sea útil a los ciudadanos y, para ello, hay que ver qué queremos que nos dé, cuáles son los servicios que nos debería dar, cuál es el tamaño que debería tener y cómo está organizado para que nos brinde eficientemente aquello que nos tiene que brindar. Y a partir de ahí, generar un proceso de transición. Hay más de 40 secretarías de coordinación y esta última brilla por su ausencia. ¿Cuál es el sentido de tener un Estado como éste, y como el de todas las provincias y municipios? Financiar la política. Todo el que entra trata de gastar lo más que puede porque tiene que generar recursos para financiar la política. Este Estado está diseñado para financiar la política y no para servir a los ciudadanos. Hoy la administración pública pasó de tener 15 ministerios a tener 22. A pesar de la buena voluntad que plantearon en sus inicios, hoy hay más empleados públicos que cuando asumieron. Si bien hubo despidos, a larga se despidió muy poca gente por el escándalo que esto suscitó y, además, pusieron su propia gente, lo cual hace que hoy haya más empleados públicos. Claramente, este es otro ejemplo de quién hizo el ajuste. Los desempleados que hoy existen en la Argentina son del sector privado, no son del sector público.

– ¿Existe una solución?

– Creo que hay todo un proceso que tiene que vivir la Argentina hacia adelante. En primer lugar, la gente tiene que ser consciente que no llega a fin de mes porque está financiando la política a través de los impuestos y el gasto público. Una vez que la gente entienda que está pagando muchísimo de impuestos, tal vez logremos que comience a demandar que el Estado no gaste tanto, porque va a entender que eso -a la corta o a la larga- va a salir de su bolsillo. Es un mito eso de que «lo paguen los ricos», porque ¿sabés qué? Los ricos son los que se pueden ir y vos sos ‘el nabo’ que te vas a tener que quedar acá y vas a ser cada vez más pobre. ¿Qué país crece si no tiene empresarios que inviertan? Ninguno.

 

– ¿Cómo analiza el tema inflación?

– Claramente, el tema de la inflación tuvo un mal primer semestre y eso tuvo que ver con dos cosas. La primera, una subestimación del grado de desorden de los precios que había en la economía, que terminaron ordenándose en niveles que uno suponía que no íbamos a alcanzar. También hubo algunos errores de aprendizaje que cometió el Banco Central al inicio de su gestión, donde no le daban demasiada importancia al tipo de cambio, y hubo una estampida en los primeros tres meses y, lamentablemente, eso generó una pérdida de confianza de la gente en la moneda. Si ustedes recuerdan, cuando salimos del cepo, hasta los más optimistas pensamos que iba a subir respecto al tipo de cambio y bajó. Eso es una muestra de confianza fenomenal en el gobierno y en el Banco Central. Y lamentablemente, eso se perdió por no haber tenido en cuenta que «no somos Suiza», ya que cuando la gente ve que el tipo de cambio empieza a subir, comienza a preocuparse y cuando ya subió bastante, está aterrorizada y tratando de sacar todos los pesos de su bolsillo, lo cual genera una corrida cambiaria. Creo que tuvimos un inicio de corrida cambiaria por no haber tenido en cuenta esto, a principios de año, y el costo de esto fue que el BCRA tuviera que salir a absorber liquidez pagando tasas de interés altísimas, y que obviamente generó una depreciación del peso más fuerte y, por lo tanto, más inflación. Más allá de esto, que uno podría justificarlo, la verdad es que el Banco Central aprendió, logró encaminar el buque y está cumpliendo las metas del segundo semestre. Ellos proyectaron 1,5% de inflación mensual, y todo el segundo semestre va a ser de 1,5% promedio de inflación mensual. Se trata de un éxito bastante importante porque implica, en primer lugar, la inflación semestral más baja desde 2009; segundo, de seguir con este ritmo, está garantizada que la inflación anualizada para 2017 será menor a 20%, y tercero, porque para cumplir con la meta de menos de 17% de inflación anual, solamente hay que bajar de 1,5% a 1,3% promedio de inflación mensual, lo cual es sumamente fácil ya que el BCRA tiene todos los instrumentos para lograrlo. Por eso me llama poderosamente la atención que muchos en el mercado le apuesten en contra, lo cual es un grave error. Fundamentalmente, las metas de inflación se basan en cumplirlas, y si ya incumplieron las del año 2016, no hay más margen para que las actuales autoridades del Banco Central incumplan otra vez las metas. En conclusión, si incumplen las metas, se tienen que ir, porque perderían toda credibilidad. El otro aspecto que hay que tener en cuenta es que este gobierno recibió un Banco Central absolutamente quebrado, ya que lo único que logró es mejorar su solvencia, pero estaba quebrado. Lo único que hace que el BCRA funcione, como todo banco en definitiva, es su credibilidad, entonces lo último que tiene que hacer es perderla, con lo cual, el año que viene están todas las condiciones dadas para que la inflación sea menor a 17%. Ahora, ¿por qué pocos creen que la inflación va a ser menor a 17%? Primero, porque precisamente Alfonso Prat Gay bochó la materia «ordenar las cuentas públicas», entonces todo el mundo está diciendo que esto se va a volver insostenible, pero para que el sector privado -que está asfixiado por este enorme Estado- pueda crecer más, tenes que ponerle ‘anabólicos’ o ‘una pichicata’. Esto es emisión monetaria, pero eso redunda en mayor inflación. Entonces, todo el mundo piensa que como es un año electoral, le van a ordenar que le pongan ‘una pichicata’, lo cual genera después todas las malas consecuencias. El otro factor es la negociación laboral y este es el más importante de todos. La mayoría de mis colegas dicen que la inflación va a ser mayor del 20%, los empresarios y sindicalistas van a negociar con esa base, no con el 17%, entonces si uno le da 3 puntos más al trabajador, va a estar seguro por encima del 20%, con lo cual, la inflación va a ser de entre 23% y 25%, y esto es «un perro que se muerde la cola», es decir, no tiene ningún sentido, que uno proyecte que va a ser más del 20%, todos negocien salarios por encima del 20%, y por eso la inflación va a ser mayor a 20%, no existe en la teoría económica. Sí existe que para limpiar todo este desastre, el BCRA genere más inflación y después licúe la diferencia. Escuché dos veces en los últimos meses a Federico Sturzenegger decir que la inflación va ser de 17%, y sí existe que en 2017 la inflación sea realmente menor a 17%, y ¿qué van a hacer quienes negociaron salarios mayores a 20%? Lo malo es que los empresarios van a producir menos y van a tomar menos empleados, lo cual me preocupa porque esto hace al bienestar de todos los argentinos y a darle trabajo a muchos empleados, que no lo van a tener. Esto es lo grave y ya sucedió el año pasado con el sector de la construcción. Aquí tenemos un ejemplo clarísimo de un error que puede ser muy grave. Creo que lo mejor sería que los empresarios y los sindicalistas fueran responsables y negociaran en base a la meta de inflación de 17%, y no negociaran por encima del 17%, porque el porcentaje acordado se puede subir, nunca se puede bajar desde donde está, y la diferencia es que mucha gente tenga o no empleo este año.