Juan Luis Bour caracterizó al primer semestre como malo en materia de inflación, con ingresos reales en caída porque no se ajustan con la misma velocidad, y actividad económica que viene mal por Argentina porque la inflación subió, y cuando ésta sube pega negativamente, y también viene mal por Brasil y otros factores. Por otra parte, por problemas de diseño de políticas y de instrumentación, así como también poca previsión respecto a la reacción de la justicia, considera que hoy no sabemos muy bien dónde estamos parados en materia de tarifas, lo cual es malo porque genera incertidumbre respecto a la reducción del déficit. Sin embargo, ve perspectivas de recuperación para el 2017, por el impulso del sector público y algunos cambios genuinos en la economía como el de precios relativos, aunque con el costo de resignar el objetivo de recuperar el fisco y atrasar un poco más el tipo de cambio. «Todo esto constituye un buen escenario para 2017, claramente mejor que 2016. La pregunta es si se puede repetir en 2018, 2019 o 2020».

 

Juan Luis Bour, Economista Jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), reflexiona sobre la realidad económica argentina.

– ¿La reactivación económica del segundo semestre 2016 ya quedó en el olvido y se pospuso definitivamente para el año 2017?

– Para ver bien los números, tenemos que hablar de 2017. En este segundo semestre vamos a ver apenas «algunos brotes verdes». Ya conocemos que la economía en la primera mitad del año tuvo fuertes ajustes por todos lados, para tratar de nivelar el terreno y, a partir de allí, dar las condiciones para normalizar un poco la economía. Esto se logró a medias en el tema tarifas, en el tema del tipo de cambio se empezó a lograr y luego la cosa se frenó, porque claramente una economía que tiene una inflación muy alta «se está comiendo» buena parte de la devaluación que se logró al comienzo del periodo. En tarifas se inició también ese intento de normalizar la situación pero hoy todavía no sabemos en qué punto estamos parados, judicialmente hablando. En parte, pueden haber existido problemas de diseño de las políticas, problemas de instrumentación, también ha habido poca previsión respecto a cómo iba a reaccionar la justicia en algunos casos, pero claramente esto lleva a una situación en la que no sabemos muy bien dónde estamos parados en materia de tarifas, y esto es malo porque no se sabe si uno puede reducir el déficit fiscal a través de estas decisiones, pero en cualquier caso, ha provocado una reacción que hoy hace pensar que los precios políticos están en la Argentina para quedarse, y cuando hablo de «precios políticos» me refiero en general. El subte se iba a ajustar en el mes de junio, se postergó para julio, luego para agosto y todavía se sigue pagando 30 centavos de dólar. Esto indica que hay una dificultad importante que uno ya sabía que existía y que en todo caso debería haber previsto, por lo menos en los aumentos más importantes que eran los de las tarifas de energía.

 

– ¿Las audiencias públicas que establece la Constitución lo hubieran evitado?

– No necesariamente, porque hay ajustes de precios que no corresponden a que exista audiencia previa. Por ejemplo, el ajuste del precio del gas mayorista depende de decisiones de acercarse a los precios internacionales. Pretender que alguien haga una audiencia por el precio del gas, no así por el costo de distribución que es un tema diferente, es algo así como pretender que si uno va a devaluar va a hacer previamente una audiencia pública. A nadie se le ocurriría hacer esto. Sí en cambio, uno tiene que seguir procedimientos y pasos, evaluar el impacto que va a tener un ajuste cualquiera sea, es decir, el impacto que tendrá porque hace más frío o calor, el impacto que va a tener en cierto grupo de la población, y no sorprenderse después con que aparece cierta parte de la población de ingresos medios o medios bajos con un aumento de diez veces en lugar de dos, tres o cuatro veces. Hay algo de sorpresa que no debería haber ocurrido o que debería haber sido prevista. Esto es parte de los ajustes que había que hacer en la primera parte del año y que han llevado a un primer semestre básicamente con alta inflación, que algunos ni siquiera han pagado, porque no todo el mundo pagó el ajuste de tarifas, entonces estamos midiendo una inflación que en realidad tiene algo también de ficticio en todo esto. En conclusión, tenemos un primer semestre malo en materia de inflación, obviamente con ingresos reales que caen porque no se ajustan con la misma velocidad, actividad que viene mal por Argentina porque la inflación subió, y cuando ésta sube pega negativamente, y viene mal también por Brasil y otros factores. Además, tuvimos un segundo trimestre de mucha lluvia, donde se perdieron entre 6 y 7 millones de toneladas de soja. Es decir, hay muchos factores que explican un segundo trimestre malo, si uno quiere un primer semestre malo, pero esto no tiene por qué seguir así.

 

– ¿Cuál es la situación actual del Banco Central? ¿Continúa la emisión monetaria para paliar en parte el déficit fiscal?

–  Claramente, se ha dejado al Banco Central como el principal defensor de la estabilidad de precios, en un contexto donde uno sabía que los precios iban a ir para arriba, es decir, ya sabíamos que la inflación iba a subir, no sé si a 40%, pero sabíamos que iba a subir bien por encima de 30%. Y el BCRA es el único que ha quedado como defensor de la estabilidad porque la política fiscal -sobre todo a partir de mayo- ha sido más expansiva que contractiva. Es difícil que el Banco Central pueda lograr muy rápidamente una baja de la inflación, a menos que sea extremadamente agresivo. Se tomaron algunas decisiones que permiten esperar esa baja de la inflación. Como uno sabe, la política monetaria tiene rezagos, donde lo que hace hoy tiene un impacto varios meses después, de modo tal que, ahora estamos esperando un segundo semestre de menor inflación que obviamente el primer semestre. Lo elemental es que si uno no tiene ajuste tarifario, va a tener menos impacto. También lo elemental es que con una tasa de interés suficientemente alta, también estabiliza el tipo de cambio, lo cual también estabiliza precios y finalmente genera atraso cambiario. Si uno tiene mucha inflación, eso también tiene una consecuencia. Entonces, tenemos un Banco Central que está comprometido a financiar una parte al fisco, lo cual ya está establecido y, por otra parte, tiene un trabajo bien difícil cuando uno vea un ingreso de capitales importante a la Argentina, que en parte tratará de esterilizar de alguna forma, y cuando además el BCRA tenga que esterilizar porque cuando hay déficit fiscal se toma deuda afuera, la cual entra, se convierte a pesos y otra vez está el Banco Central allí en la tarea de esterilización. Más allá de que se puedan hacer varias cosas, el BCRA ha trabajado en esto, pero tenemos un Banco Central un poco en solitario, peleando la batalla de la inflación. Y en general, cuando uno quiere bajar la inflación de 40% o más -como tenemos ahora- a rangos como se ha dicho de 15% o 17% en poco más de un año, es una tarea muy difícil, sobre todo cuando tiene pocos instrumentos o «pocas armas». Claramente, el riesgo que existe con un Banco Central actuando solo, es que esto termine con una apreciación cambiaria todavía mayor que la que tenemos hoy, en cuyo caso podríamos tener un escenario donde la economía se recupera, porque finalmente si el gasto público aumenta, y hay mayor gasto en pensiones por los retroactivos más los aumentos de pensiones, sumado a mayor gasto público por inversión pública -lo cual sería muy bueno porque se necesita-, se normalizan los bienes y servicios en el sector público, que es lo que ha sido afectado también por restricciones de caja en la primera parte y, finalmente, uno tiene que las paritarias llevan a que los salarios vayan siguiendo de alguna forma a la inflación, uno va a tener una situación de gasto público difícil de bajar en el corto plazo, donde ese déficit fiscal va a llevar seguramente a una recuperación del consumo durante algún tiempo. Esto se financiará con ingreso de capitales, con financiamiento externo y doméstico, lo cual llevará a una entrada de fondos que seguramente atrasará un poco más el tipo de cambio. Al producirse este atraso, los precios de los transables se estabilizan, y entonces la inflación cae un poco más de lo que está cayendo en este momento.

 

– ¿El blanqueo puede ser destinado a temas como el Plan de Salud, en relación al anuncio de cubrir a personas que carecían de cualquier tipo de cobertura?

– El blanqueo ayuda en actividad, donde seguramente una parte del blanqueo va a traducirse en alguna actividad doméstica, y también significa ingresos fiscales, es decir, algo de financiamiento.

En parte, existían recursos que estaba previsto que había que entregar y han sido reasignados para este Plan de Salud, pero finalmente siempre hay un aumento del gasto. Cuando se le devuelve a las provincias el 3% de Coparticipación, uno puede preguntarse: ¿quién lo paga? En realidad, se le da plata de la Coparticipación, pero durante este año se le retaceó lo que son las transferencias discrecionales. Entonces, no es que el gasto público aumenta por toda la transferencia que hace la nación a las provincias, sino que, en realidad, el gasto aumenta menos que eso para las provincias, pero lo que queda claro es que el gasto está aumentando, porque alguien lo paga, y quien lo paga finalmente es la nación, es decir, en forma de más gasto y, por lo tanto, eventualmente más déficit si uno tiene recursos.

Claramente, nosotros prevemos un año 2017 mejor en actividad. ¿Por qué? Porque tenemos el sector público impulsando, porque tenemos algunos cambios en la economía que son bien genuinos como el de precios relativos, por ejemplo en el agro que se está recuperando, y esto va a pegar en el resto de la economía. Y finalmente, la construcción va a empezar a moverse porque saliendo del cepo comienzan a transarse inmuebles, y cuando esto se produce, los precios se han sostenido y hay más interés por un mercado que puede funcionar y antes estaba frenado. Por lo tanto, hay sectores que comienzan a moverse, como el agro y la construcción, y si algún día también Brasil se mueve un poco, parte de la industria se mueve con Brasil. A esto se suma el impulso al consumo y alguna inversión nueva que empieza a venir. Entonces, claramente hay perspectivas de recuperación para el 2017, al costo de que uno está resignando el objetivo de recuperar el fisco y de que atrasamos un poco más el tipo de cambio por el financiamiento del fisco, y con el beneficio de que la inflación baja. Todo esto constituye un buen escenario para el 2017, claramente mejor que el 2016. La pregunta que surge es si uno lo puede repetir en 2018, 2019, 2020, etc. Ahí la cuestión es que lo puedo repetir si sigo teniendo financiamiento, es decir, si vuelvo a esta idea de: «Tengo mucho déficit, pero como tengo financiamiento, sigo para adelante». Pero este no es un escenario que uno pueda sostener en el tiempo. Es decir, esto en el tiempo termina con una razón de Deuda/PBI muy alta, y ya conocemos cómo es la historia, porque en el fondo uno tiene que recordar que tomar deuda hoy es comprometerse a pagar más impuestos en el futuro. La deuda de hoy son los impuestos de mañana y, si bien esto es una mirada particular de la economía, es la mirada prevaleciente. Uno sabe que la deuda va a tener que pagarla. De modo tal que, allí empiezan a estar las dudas sobre el mediano plazo. En última instancia, la duda que tenemos es si lo que estamos viendo va a ser un rebote o un sendero permanente de crecimiento. No tenemos dudas del rebote porque va a haber, en todo caso la duda es cuánto uno lo puede sostener si no hace algunas cosas que siempre son difíciles de hacer.

 

– ¿Cuáles son esas cosas difíciles de hacer?

–  La cosa más difícil es tener equilibrio fiscal, el cual requiere acciones por el lado del gasto, no solamente por el lado de los ingresos. Por ejemplo, podríamos decir que el problema fiscal se resuelve aumentando varios puntos más el IVA, pero no creo que sea una decisión muy simpática. La alternativa a esto es ir reduciendo subsidios, y limitar la expansión del gasto en todas las áreas. Es decir, aquí se puede ser todo lo antipático que uno quiera, pero no lo vamos a ser acá, porque ya habrá otros que puedan ser más antipáticos, pero está claro que el gasto tiene que ir durante un tiempo por debajo de los recursos fiscales. Vale decir que, tengo que calcular a cuánto van a ir mis recursos, y tengo que hacer que el gasto vaya por debajo de esto, porque este ahorro es lo que me va a permitir reducir el déficit. Este es un programa de, por lo menos, tres o cuatro años que uno tiene que tener para llegar a una posición de mayor equilibrio.

 

– ¿Considera que el equipo económico está en condiciones de alcanzar este equilibrio?

– Lo que uno ve hoy es que había una inclinación a realizar algunos ajustes al comienzo del periodo, y que por alguna razón, básicamente por el fuerte aumento de la inflación y por la magnitud de la recesión existente, se tomó la decisión de que de aquí a las elecciones del próximo año, uno tiene que ir por otro camino, y este último es que no importa que el déficit no caiga porque vamos a tener financiamiento para el déficit. Hasta ese momento, «bancamos la situación». Se requiere en algún momento un compromiso «creíble», no un compromiso «puesto en papeles que sea fácil de no cumplir». Por ejemplo, este año el compromiso de cumplir con el déficit fiscal es fácil de realizar porque se aumentó el denominador de la relación entre Deuda/PBI. Como se hicieron cambios en las cuentas nacionales y el PBI es más alto, uno puede tener más déficit que el previsto con anterioridad, entonces es más fácil cumplir con la meta, pero uno no puede cambiar todos los años un elemento para cumplir con un objetivo de estos o manipular indicadores.

Creo que el actual equipo está en condiciones de plantear un programa, el tema es que tiene que hacerlo en forma creíble. No es una cuestión de buena voluntad. Uno tiene que establecer no sólo el objetivo de reducir 1.5 puntos por año el déficit, sino decir exactamente cómo lo piensa hacer. Es decir, cómo van a limitar el aumento del gasto, y aquí se puede ser muy duro, porque el gasto es salarios, empleos, pensiones, obra pública, gasto en bienes y servicios, son muchas cosas de estas y uno tiene que tomar una decisión. No es la gente que está afuera la que tiene que decir lo que hay que cortar o reducir su tasa de crecimiento, es quien está en comando el que tiene que definir cuáles van a ser sus prioridades. Usted tiene cinco ítems en qué gastar, si su prioridad es la número uno y dos, sabe que la tres, cuatro y cinco van a sufrir. Y si su prioridad es la inversión pública, entonces dígame qué va a pasar con el resto. En épocas de la gestión anterior, usted no se preocupaba por las prioridades porque «total, le daba a la maquinita», no había problema y así llegamos. Si usted promete llegar a una situación de equilibrio o de menor déficit, tiene que decir cómo lo va a hacer y básicamente tiene que ser creíble para los agentes económicos y para el FMI, si bien éste hace lo que típicamente se realiza, que es un análisis de sostenibilidad fiscal y de deuda, pero tiene que ser creíble y auditable. Cada dos años tenemos elecciones, entonces tenemos -como alguien dijo- la «maldición de ciertos años», pero si este año usted no hace nada, el próximo va a hacer menos.

 

– El gobierno asumió el 10 de diciembre con un determinado proyecto económico que luego fue cambiando sobre la marcha de acuerdo a la herencia recibida, ¿FIEL es consultada por la Administración Macri acerca de políticas puntuales?

– Hemos tenido contacto y entiendo que el gobierno ha tenido contacto con muchos consultores. Sobre todo en el primer mes, el gobierno escuchó y tomó contacto con muchos analistas, lo cual es bueno porque cuando uno llega al gobierno, sucedió que en muchas áreas el nivel de desinformación era muy elevado, y muchos de los funcionarios son personas que, si bien tienen gran experiencia en administración, probablemente tienen menos experiencia técnica en algún tema específico, y eso es bueno. En algún momento, el funcionario asume que entiende todo y a partir de ahí, los contactos son menos fluidos. A nosotros nos parece bueno que siempre exista la posibilidad de tomar contacto de forma abierta y pública. En otras épocas, había reuniones que hacían los ministros con los analistas expertos en un tema, entonces cada ministro tenía reuniones abiertas con 20 ó 30 analistas, y escuchaba sus opiniones. Esto a veces es útil para tratar de entender un poco mejor las cosas y tener alertas tempranas.

FIEL tiene experiencia en algunos temas más que en otros y cada vez que uno puede, hace algún comentario. No siempre los comentarios se escuchan y a veces uno tiene que dejar trabajar también al gobierno. Los temas son muy amplios, ya que abarcan desde la energía, la estadística, el fisco, etc. Con algunos funcionarios hay más contactos y una actitud bastante abierta, en particular del Banco Central, de dar información y de recibir comentarios. Y esto depende de cada organismo.

 

– Si hoy el Presidente Macri lo consultara específicamente sobre un par de lineamientos para poder bajar el nivel actual de inflación sin que resulte demasiado traumático, teniendo en cuenta que el próximo año hay elecciones, ¿en qué consistirían?

– En primer lugar, cuando uno tiene una inflación de este nivel -en este momento nosotros la estamos midiendo en 42,5%, algunos están midiendo 45% y otros 47%-, puede plantearse tener un proceso gradual de desinflación, pero consistentemente a la baja. Entonces, la cuestión es si uno el año que viene tiene un promedio anual de inflación de entre 24% y 25%, puede ser un éxito. Hay que pensar que este año la inflación promedio anual está entre 39% y 40%. Esta es la primera cuestión, pero el objetivo no es llegar a 25% sino ir bajando todos los años y de forma consistente. A algunos les puede llevar bastante tiempo. Bajar la inflación le genera al gobierno algunos problemas fiscales. Por ejemplo, cuando uno baja la inflación, las pensiones se ajustan retrasadamente porque lo hacen con un índice de lo que sucedió en el pasado. Entonces, desde este punto de vista, cuando la inflación baja de 40% a 25%, lo que va a ocurrir es que probablemente las pensiones aumenten en términos reales, es decir, esto mejora la situación de los jubilados, pero claramente desde el punto de vista fiscal le va a estar complicando las cuentas. Entonces, cuidado con lo que va a hacer. Uno puede bajar de 40% a 25%, de 25% a 20%, de 20% a 15%, o lo que sea, pero cada uno de esos escalones le va a requerir un esfuerzo fiscal, lo cual es bueno que lo sepa. Después le va a requerir el mismo esfuerzo fiscal en materia salarial. El tema no es tan importante en la nación pero sí es muy importante en las provincias porque éstas básicamente gastan en salarios. Estamos hablando de una masa salarial importante. De modo que, otra vez tenemos un área donde la baja de la inflación genera ciertos problemas. Lo importante es que uno tenga pautado un mecanismo de reducción de la inflación, pero que no dependa de cuestiones instrumentales de muy corto plazo, sino que uno tenga un mecanismo de largo plazo. Y la verdad es que si uno va al fondo de la cuestión de la inflación, tiene que reducir los desequilibrios fiscales. Por lo tanto, tarde o temprano, la discusión y los consejos van por el lado fiscal, y por el lado de qué piensa hacer para controlar el gasto, a nivel de la nación y de las provincias, porque lo peor que puede haber es lo que se denomina un «soft budget», es decir, un presupuesto muy lábil que tengan tanto la nación como las provincias, porque en el fondo cualquier desequilibrio lo financian con deuda. Esto es lo que hay que evitar. ¿Por qué? Porque uno de los principales objetivos que tiene el gobierno de ‘Cambiemos’ es que esta economía vuelva a crecer y tenga empleo, y esto requiere que el costo del capital baje. Ellos lo saben bien. Pero el costo del capital no va a bajar si usted tiene una situación fiscal indefinida, es decir, si tiene un mal pronóstico en materia fiscal.

 

– ¿Cómo se recupera una moneda fuerte, para que el peso argentino -y no el dólar- sea la opción elegida?

– La opción va a ser el día que usted tenga una situación de mayor estabilidad de precios. No hay alternativa a esto. El argentino típicamente ha tenido el dólar por la volatilidad y la incertidumbre. Como cualquier otro, el argentino va a utilizar la moneda que tiene en condiciones normales si puede transar y ahorrar en esa moneda. Ahora, no me pidan a mí que tome un billete de 100 pesos y lo tenga en el bolsillo durante un año, porque ese billete perdió el 40% de su valor -o un tercio- en ese lapso. Obviamente, la confianza en el peso requiere bajar sustancialmente la inflación, lo cual se va a lograr en el tiempo si uno logra un sendero creíble en materia fiscal. No es imposible, y además, si la economía crece, hasta tiene un elemento a su favor porque siempre le puede ayudar en esta materia. Ahora, Argentina no puede tener un escenario fácil en forma inmediata, esto es un escenario donde los impuestos bajen y el gasto público suba. Este escenario no se puede repetir año tras año. Entonces, para el año 2017 uno tiene un escenario mejor, pero cuidado. Ojalá baje el impuesto a las ganancias y paguemos menos impuestos, pero lo que hay que tener en claro es que cada reducción de impuesto puede ser un elemento que haga más difícil después bajar el déficit el año que viene. Entonces, si hay una reducción de impuestos adicional a lo que ya tenemos pautado, sería bueno que alguien nos dijera dónde van a cortar el gasto. Cuando uno gasta 40% ó 45% del PBI, de un Producto Bruto que está arriba de los 500 mil millones de dólares, bajar un poco el gasto no debería ser tan difícil, ahora hay que ver si los diversos niveles jurisdiccionales están dispuestos. No olviden que el gasto público es nación, provincias y municipios. Por lo tanto, tenemos muchas jurisdicciones que tienen que tomar decisiones de controlar el gasto.

 

– ¿Cuál es la perspectiva que observa de cara al futuro?

– Argentina tiene una perspectiva de salir porque este es el peor momento. Entre el segundo y tercer trimestre constituyen los peores momentos, desestacionalizadamente. Cuando uno corrige por estacionalidad, seguramente ya en el tercer trimestre vamos a ver algunos números mejores, no en términos de año contra año, lo cual recién ocurrirá un poco más adelante. En conclusión, la perspectiva es buena desde ese punto de vista, con la expectativa que todos blanqueen una buena parte de fondos, que eso le dé algo de recursos al gobierno, pero también hay que entender que al final de este camino -pautado hasta octubre de 2017- uno va a tener que sentarse a pensar qué cosas hacemos para que Argentina mantenga un crecimiento estable. No vamos a tener un crecimiento del 8%, pero sí que podamos mantener una tasa de crecimiento razonable, bajando de a poco la inflación y las cuestiones que nos generan enormes dudas, que es el déficit fiscal que provoca este costo de capital tan elevado para Argentina.